{xtypo_dropcap}C{/xtypo_dropcap}omo el tango, Diego fue a Madrid y volvió «con la frente marchita» y una débil promesa para que el Estado financie las obras de Valdecilla, pero poco más.
Al menos, algo hemos salido ganando con el cambio. Nuestra representación institucional en el exterior ha perdido el folclorismo trasnochado y el populismo mal entendido, para cambiarlo por una excesiva frialdad de Ignacio Diego.
También, esa misma frialdad y ese recorte en las promesas, nos ha traído que, a la vuelta de cada viaje a Madrid, el presidente de Cantabria no venga cargado de promesas vacías que nunca se cumplirán.
Y lo que nos ahorramos en anchoas.
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