{xtypo_dropcap}S{/xtypo_dropcap}uben los precios, bajan los servicios…pero España está en la final de la Eurocopa. Todavía sin saber si ‘la Roja’ será vencedora o finalista del torneo, y mientras los españolitos de a pie están obnuvilados por la lógica ilusión de los éxitos deportivos, nos suben los precios de multitud de productos básicos mientras descienden los servicios y desciende la calidad de la atención que el ciudadano recibe del Estado.
Sin embargo, el Estado todavía no se adelgaza a sí mismo. Nos encontramos ante una situación un tanto extraña: el Estado pide una y otra vez (más que pedir exige porque el ciudadano medio no tiene vía de escape) sacrificios a los ciudadanos, pero no efectúa ninguna reducción de su enorme aparato estatal.
En España, el Estado es un aparato con tres cabezas o más, muchas de ellas con competencias duplicadas, en forma de Comunidades Autónomas, Diputaciones, Cabildos, Ayuntamientos… De toda esa ingente estructura sobran muchas cabezas. Miles de cabezas son innecesarias, y el ahorro sería enorme si se realiza una objetiva y dura limpieza de cargos públicos intermedios.
Al ciudadano, el Estado no le dará protección ni ayuda: pero sí castigo. El Estado se ha convertido en el monstruo mitológico de la Hidra de Lerna, en forma de criatura policéfala y de aliento venenoso, pero esperamos que si se cortan cabezas no vuelvan a crecer.
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