• 22 de noviembre de 2024

Si preguntan por mí (José Ramón Barat)

Por Carlos Alcorta

Más de diez años han transcurrido desde la publicación del anterior libro de poesía ―La brújula ciega (2010)― de José Ramón Barat (Valencia, 1959) hasta este Si preguntan por mí ―Otros títulos suyos son La coartada del lobo (2000), Como todos ustedes (2002), Piedra primaria (2003), Breve discurso sobre la infelicidad (2004), El héroe absurdo ―Poesía reunida― (2004), Confesiones de un saurio (2005), Malas compañías (2006) y Mapa cifrado (2007)―, un título que define sin ambages el contenido y la intención de los poemas que lo integran. Barat se ha mantenido fiel a una estética que apuesta por la claridad expresiva, por la sencillez compositiva y por el relato discursivo de una experiencia que tiene en la memoria y en lo anecdótico tanto su nervio como su talón de Aquiles.

Su nervio, su fuerza radica en la esmerada dicción y en la musicalidad de los versos, en las bien asimiladas enseñanzas de la tradición, manifiestas ya desde el poema que abre el volumen, «Sol de infancia», de claras referencias machadianas, en el que recrea el tópico de que la patria del hombre es la infancia con estos versos: «Empiezo a comprender / que la vida de un hombre / se escribe con la tinta / de los primeros años». Pero son estos tópicos los que dejan al descubierto su talón de Aquiles. Temas como, entre otros, la rememoración del paraíso de la infancia, el paso del tiempo y los cambios que dicho transcurso ocasionan en el poeta han sido tratados con tanta profusión y desde perspectivas tan diversas, que es realmente difícil aportar algo nuevo.

Pero el ejercicio poético consiste precisamente en eso, en buscar la novedad semántica, un ángulo distinto desde el que observar los avatares de la existencia y esto no siempre lo percibimos en Si preguntan por mí, aunque tenga momentos de exultante brillantez. Abunda en los poemas la descripción de estados de ánimo, referidos, principalmente, a momentos cargados de nostalgia y desolación y la certeza de que aún se puede confiar en las palabras como herramientas válidas para nombrar esas sensaciones.

La mirada del poeta, serenamente angustiado, nos incita a contemplar el mundo con sus ojos, desde su perspectiva íntima, aunque dicha perspectiva sea ya moneda común y se convierta no en una vista individual, sino colectiva, porque todos asistimos, a cierta edad, a la descomposición de lo que fuimos. Sí, es cierto que la originalidad no es un valor en sí mismo, pero también lo es que una de las obligaciones de la palabra poética es salirse de lo trillado, expresar las ideas y los sentimientos no solo con emoción, sino con frescura, con voz propia.

No basta solo con apelar a los sentimientos más básicos ni hacer uso de todo el oficio retórico del que se dispone, para eso hay otros géneros y otras disciplinas. José Ramón Barat sabe de lo que hablo porque ha demostrado su pericia en incontables ocasiones (leánse, por ejemplo, algunos poemas de este libro como «De la fragilidad», «Madre» o «Adagio» para comprobarlo), por eso no basta con reconocer, como hace en varios poemas, que es un hombre sencillo que escribe versos, al que le gusta «pasear / sin prisa por el campo, / cuidar de mi jardín / o jugar con mis gatas», que es «alguien que habita / con más pena que gloria en los suburbios / de la insignificancia» o «una sombra entre sombras», clara herencia, ya lo dijimos, machadiana. Sí, estamos hechos, como la jarra del poema, de «sueños y de barro», y esta constatación debe llevar aparejada una reflexión ―un escalofrío― que encontramos en estos poemas, más descriptivos que pensativos, en contadas ocasiones.

Si preguntan por mí es un libro condescendiente con el lector, bien escrito, casi perfecto en muchos aspectos, y el lector pronto se siente a gusto lo que redunda en un alto grado de complicidad con el autor a medida que avanza en la lectura ―conseguir esto no es tarea fácil―, pero la desgarradura de ese conflicto interior ―esa combinación de zozobra y júbilo, de amor y odio de los que habla Barat en el poema final― que nos remueve las entrañas y nos hace crecer como seres humanos, que muestra las cicatrices que le ha dejado la lucha con su conciencia, a veces es, por lo redundante de los tópicos de los que hablamos al principio, más un elemento del vademécum literario que un patetismo real, que algo auténtico, que algo, en fin, que ha sobrevivido al avance de las sombras y sobrevive en la intemperie de la existencia.

Carlos Alcorta

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