Rubalcaba en busca del voto perdido
Por Manuel Haro Alcalde
{xtypo_dropcap}F{/xtypo_dropcap}inalizó el 38º congreso del PSOE, en Sevilla. Se desvelaron las dudas en cuanto al nuevo/nueva secretario/a general. Aunque, a la vista del resultado, no tanto en cuanto al futuro del partido, habida cuenta de la escasa diferencia de 22 votos.
Lejos de buscar un análisis en profundidad (no me siento capacitado para ello), lo haré en calidad de ciudadano y cántabro. Ciudadano, por razones de interés, puesto que la gestión de nuestros gobiernos pasa por alternativas y a las pruebas me remito. Y cántabro, por el triunfo de Alfredo Pérez Rubalcaba quien, por su condición de tal, algo barrerá para casa. Digo yo.
En cuanto a las dudas y a juzgar por conversaciones mantenidas con personas directamente interesadas, o sea, socialistas, para qué obviarlo, parecen razonables en algunos aspectos. Después de tantos años en el poder, han recurrido al «aparato felipista» en contra de la opinión que optaba por el «zapaterismo» de Carme Chacón. De esa manera quedó eliminada cualquier posibilidad de terceras candidaturas, aunque en éste caso, habría que saber los motivos por los que algún «aspirante» dio marcha atrás en su momento.
Motivos que en la intimidad del partido conocerán.
Los discursos, ya se sabe lo que son. Y en el suyo, Rubalcaba no hizo más que ahondar en proyectos que, en algunos casos, pudo poner en marcha en tiempos de poder, por lo que lo más destacable y, curiosamente más aplaudido, fue su intención de «renegociar» con la Santa Sede, enemigo más endeble y, por lo que se ve, de escaso afán socialista.
Lo más inmediato, después de la formación de la nueva ejecutiva, de la que forma parte otra cántabra de no excesivos éxitos en los últimos tiempos (Dolores Gorostiaga), el «nuevo» PSOE tiene dos retos. Y los dos, con elecciones autonómicas de por medio. Una, en Asturias, donde las aguas del Cares bajan revueltas, después de » levantarse de Cascos». Pero el desafío mayor es la otra, en Andalucía. Después de 30 años de poder, aparece la amenaza popular, donde las encuestas apuntan a la posibilidad de un cambio radical.
En este sentido, parece que hay «ruido de sables» entre los más jóvenes, necesitados de empleo, algo que no acaba de verse por ningún lado, ya que a la «veteranía subvencionada» no le ha ido tan mal en todo éste tiempo Y ahora, con el escándalo mayúsculo de los ERE`s, pensiones millonarias sin justificar y un largo etcétera, según fuentes relacionadas con el consumo, es la propia generación reciente la que exige cambios, aunque eso hay verlo después, tras las urnas.
Complicado, pero necesario. Ese es el escenario del cambio de dirección y Rubalcaba lo sabe. Sabe que tiene que ir en busca del voto perdido, cual «Indiana Jones» de la política moderna. Son muchos los votos que se quedaron atrás. Y es más difícil recuperarlos y mantenerlos cuando se dan circunstancias adversas, como ha sido el caso.
Aún así, el socialismo ha depositado su confianza en un «viejo zorro» de 60 años, conocedor como pocos de los entresijos de la política que, paradojas de la vida, le llevó a ser diputado por Cádiz (sí, cuando Elena Salgado lo fue por Cantabria), en una especie de «arquitectura congresual», que contribuye a ésa frase tan repetida como tópica, es decir: «la ceremonia de la confusión». Pero es así.
Lo que nos queda es que Alfredo Pérez Rubalcaba acierte en su cometido. Su partido, el socialista, debe continuar en el «Top-2» (es lo que hay), para que con su presencia, trabajo y oposición (ahora), contribuya a la recuperación de un país, el nuestro, España que, entre otros a él, se nos ha ido un poco (¿poco?) de las manos.
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