El domingo 20 de diciembre se abren las urnas. Durante los días previos, todos los candidatos nos han realizado distintas promesas, entre las que destaca, como escenario común, la promesa de un cambio. Pero si de verdad queremos realizar un cambio profundo en España, los españoles debemos empezar a cambiar por dentro.
Debemos cambiar nuestro esquema del éxito social, en el que destacan los iletrados y los barriobajeros que triunfan en la televisión, mientras marginamos al ostracismo a los creadores y a las eminencias. Hay que arropar a los jóvenes cualificados, para evitar que opten por emigrar, frente al éxito social de elementos arquetípicos de la estulticia como Belén Esteban y la troupe de Sálvame.
Debemos cambiar nuestra percepción de la decencia y la honestidad, quizá para eso necesitamos dejar de premiar al corrupto. Quizá, para eso, debemos dar la espalda en las urnas a quien está agazapado y tibio bajo la siniestra sombra de la corrupción. Debemos dejar de mirar al corrupto con esa mezcla tan extraña entre admiración y envidia.
Debemos cambiar y obligar a que, quienes van a ocupar el sillón del mando, cumplan todas las promesas que nos han hecho durante estos días.
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