• 22 de noviembre de 2024

Pidamos lo imposible

Por Kilian Cruz-Dunne

En la primera plana de los medios siempre encontramos un vivo debate sobre el hambre, la injusticia y las guerras que asolan a los infantes en diferentes lugares del mundo. Aun siendo necesario destacar esos temas, nada se dirá, sin embargo, de algo que me parece mucho más cercano y doloroso: la conversión de la educación española en un campo de tiro político, en un instrumento interesado que, paradójicamente, apenas se encuentra en la primera línea del debate nacional.

Si hay un consenso general sobre la importancia que tiene la educación (sobre todo la confianza que transmiten familias y enseñantes) en la construcción de alumnos con suficiente autonomía para mañana ser hombres y mujeres sin miedo, ¿por qué no despertamos y, simplemente, nos ponemos a andar?

Sabemos que el aprendizaje, la experiencia y la educación son factores que forman el bagaje de los niños para conformar un ser único y singular. La educación es la base de cualquier sociedad y el impulsor primordial de un país, y ni aún así la ciudadanía tiene una profunda conciencia de para qué sirve la educación: lo habitual es que se vea como un instrumento de relación y no como un instrumento de excelencia. Esta instrumentalización de la enseñanza por la clase política deriva en que en nuestro país está lejos del 7% del PIB dedicado a educación, está lejos de la paz social en el mundo docente, está a un abismo de otros países donde la educación sí es el eje dinamizador de su sociedad (Finlandia tiene un 5% de fracaso escolar, frente al 30% de España, y su carga lectiva es cinco veces superior al nuestro).

Los países serios saben cómo pasar de la mediocridad a la excelencia: con reconocimiento interno y público. Pero, como los grandes cambios o las grandes revoluciones son impensables ahora mismo en nuestro país (y menos a golpe de decreto), tratemos de introducir pequeños gestos que estén avalados por la actitud de las familias.

En medio de este pim-pam-pum político, interesado que no interesante, las familias nos vemos desbordadas, solas y perdidas. Y por ende los niños. Los progenitores que nos preocupamos por los hijos observamos con preocupación el déficit constante en recursos educativos y las habituales huidas retóricas hacia delante. Cambiar el epígrafe de ‘políticas de enseñanza’ por otro de ‘políticas de educación’ significa que confundimos los problemas de organización con los de civilización: los segundos nos implican por vivir en estos tiempos, los primeros los padecemos por nuestra falta de competencia.

Pocas veces a lo largo de la historia de la humanidad las familias nos hemos preocupado tanto por la educación de los niños, y en estos tiempos debemos celebrar todos los progresos -que son muchos pero no suficientes- que hemos logrado en el apartado de la infancia. Pero el mundo avanza muy deprisa y hoy el acto educativo es ajeno a cantidades y debe saber mucho más de calidades: la mejor manera de celebrar los avances de nuestro país sería convirtiendo el universo de los niños en el perenne centro gravitatorio y dinamizador de nuestra sociedad. Seamos realistas, pidamos lo imposible. Sabemos lo difícil y caro que va a resultar mejorar la Educación en su vertiente macro, pero intentémoslo en su lado micro, a pie de calle, en nuestra relación con la comunidad educativa de nuestro entorno.

Quizá lo logremos.

David Laguillo

David Laguillo

https://www.cantabriadiario.com

David Laguillo (Torrelavega, 1975) es un periodista, escritor y fotógrafo español. Desde hace años ha publicado en medios de comunicación de ámbito nacional y local, tanto en publicaciones generalistas como especializadas. Como fotógrafo también ha ilustrado libros y artículos periodísticos. Más información en https://www.davidlaguillo.com/biografia

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