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espués de que los ciudadanos hablasen en las urnas, ahora comienzan los juegos políticos y el tráfico, trueque y canje de posiciones a través de los famosos ‘pactos’.
En virtud de uno de estos famosos pactos, PRC y PSOE arrebataron durante años el gobierno de Cantabria al PP, que ganaba siempre las elecciones, aunque con mayoría simple. También, en Torrelavega y otras localidades, estos últimos días se plantean estrategias de pactos para que no gobierne la lista más votada.
A nivel general, podemos entender que los pactos son legales políticamente, pero en algunas situaciones -y la situación actual da pie a que los pactos deban ser revisados con mucho tacto y cuidado- resultaría muy difícil entender, o hacer entender a los ciudadanos, que su voto mayoritario sea ignorado para situar a otros partidos políticos, que no ganaron, en el poder.
¿Cómo podemos justificar que los ciudadanos de algunas poblaciones hayan legitimado un cambio democrático, pero que los partidos ignoren la voluntad expresada con sus votos e intenten crear su propia realidad paralela a espaldas de los deseos de los votantes? Es legal hacer pactos en política (y uno de sus pilares fundamentales reside en el diálogo y el pacto), pero hay muchos ciudadanos que puede que no vean con buenos ojos que se ignore su voluntad expresada en las urnas.
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