Necesitamos paz
Por David Laguillo, director de Cantabria Diario y EsTorrelavega
{xtypo_dropcap}C{/xtypo_dropcap}orrían los primeros años de la década de los 90 cuando mi estancia en el País Vasco coincidió con alguno de los momentos más duros y dolorosos que el terrorismo de ETA causó a Euskadi y a España.
En aquellos momentos combinaba mis estudios con trabajos periodísticos como corresponsal para una agencia de información general madrileña. Puedo asegurar que los momentos más duros en toda mi carrera como periodista los he vivido siempre en las calles del País Vasco, donde se mascaba el miedo y el dolor en cada esquina. {xtypo_quote_right}No podemos olvidar, ni perdonar, que tienen todavía cuentas que saldar con la justicia, en recuerdo y respeto a las víctimas y a sus familiares{/xtypo_quote_right}
Cada cartel en las paredes, reivindicando a los presos de ETA como falsos gudaris, era una espina en el corazón de los familiares de las víctimas que, todos los días, eran sometidos a la maquiavélica tortura de tener muy cerca a los simpatizantes de aquellos que fueron la mano ejecutora de sus seres queridos.
El asesinato de Miguel Ángel Blanco marcó un antes y un después
El secuestro y posterior asesinato del concejal del Partido Popular, Miguel Ángel Blanco, marcó un antes y un después en la sociedad vasca. En aquellos días pude llegar a realizar cientos de fotografías, de las cuales es muy difícil escoger alguna que no cause más dolor en el recuerdo.
Aquella bárbara ejecución de un inocente supuso un mazazo para muchas personas, incluyendo gente «simpatizante» del entorno abertzale, y estoy convencido de que el declive constante de la banda terrorista tiene como origen la pérdida del miedo por una buena parte de la sociedad vasca.
Los vascos tenían menos temor desde aquel momento, y sabían que la fuerza del número y de la cordura estaba de su parte. Ellos, por el contrario, pese a tener las pistolas y las bombas, eran cada vez menos y estaban más arrinconados por la Policía, los jueces, y por la propia sociedad.
{xtypo_quote_left}Cada cartel con fotos de presos era una espina en el corazón de los familiares de las víctimas{/xtypo_quote_left}
Hoy debemos tener en cuenta que abandonan su actividad criminal, pero no han mencionado a las víctimas para nada, en ningún momento, y tampoco vemos atisbos de arrepentimiento por 40 años de asesinatos. Ese factor nos deja una sensación agridulce, como si en realidad abandonasen la senda del terror únicamente porque están asfixiados y aislados, porque ya el cerco policial y judicial era tan agobiante que no les quedaba otra salida.
Una ETA tan debilitada como la que se ha vivido en estos últimos años, no tiene más salida que la disolución y su entrega de armas para someterse a la justicia. No podemos olvidar, ni perdonar, que tienen todavía cuentas que saldar con la justicia, en recuerdo y respeto a las víctimas y a sus familiares.
De todas las fotografías realizadas en la zona, hoy prefiero quedarme con una imagen de una pancarta que decía «Necesitamos paz» (Bakea behar dugu), en castellano y en euskara, y no tenía más texto. La misma frase con ese anhelo de paz la pude ver pintada en muchos muros, con tosco trazo en spray, pero con el mismo contenido y la misma aspiración.
Hoy, más que nunca, necesitamos paz.
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