Los trileros
Por César Román*
Cuando siendo un niño llegué a Madrid procedente de mi Guipuzcoa natal, cogí el gustillo de pararme a mirar a la gente que jugaba a adivinar bajo que vasito estaba la bolita, arremolinados en mitad de la calle sobre alguna caja de cartones de tabaco. Me parecía increíble que hubiera adultos que se dejasen engañar de una forma tan tonta, y no fueran capaces de adivinar dónde estaba la puñetera bolita bailona. Un día que iba con mi padre me paré a mirar a los trileros, que así se llamaban los engañabobos que dirigían el cotarro de aquel jueguecito trolero. Viendo mi padre que aquello me llamaba la atención, además de recordarme que jamás debía jugar a eso salvo que quisiera perder todo el dinero que llevaba encima, me dijo una frase que se me quedó grabada: «no hay que mirar la bolita, en lo que hay que fijarse es en los vasos».
Por alguna extraña y desconocida razón, esa imagen y esa frase volvieron a mi cabeza el otro día mientras veía el baile de ministros con que nuestro presidente nos obsequió. Los más agudos analistas de nuestra nación debatían sobre la idoneidad o no del nuevo ejecutivo, e incluso se atrevían a predecir el curso de los acontecimientos venideros de acuerdo al carácter o trayectoria de los nuevos nombrados. Las redacciones se llenaban de bolas mágicas en las que se fijaban los más circunspectos tertulianos para advertirnos de ese futuro, cuan rappeles o Elenas Francis de pacotilla enfundados para la ocasión en portadas, editoriales, biografías y corbatas. España entera miraba atenta intentando adivinar donde se escondía la bolita, mientras nuestro presidente nos movía los vasitos, pensé. Sólo que la estampa había abandonado el escenario de las calles del Rastro madrileño, y en vez de sobre una caja de Ducados nos encandilaba moviendo con habilidad la bolita cuan gran maestro tahúr sobre el tapete del telediario.
Discutir si son galgos o podencos, o si es un pájaro o es un avión, sólo nos puede conducir a que al final tengamos que responder cuan muñecos del Barrio Sésamo: «no, es Supercoco». Porque por mucho que nos cambien de sitio la bolita, al final el nuevo gobierno es el que el nuevo presidente ha querido que sea, igual que había ocurrido hasta ahora. Nada o poco ha cambiado. Los vasos, en los vasos es en lo que hay que fijarse en vez de en la bolita. Si el nuevo gobierno ha dejado de ser el de las ministras del Vogue y la cuota para ser el gobierno de Rubacaba, poco tiene de interés profundo. Este será, como los anteriores, el gobierno de Zapatero y hará lo que el presidente decida en cada momento, porque donde hay patrón no manda el marinero.
Y es que, no hay nada como hacer que parezca que se cambia todo, para que en realidad no cambie nada. Las políticas de gasto público, de estimulación a la actividad económica, el acceso al crédito o las ayudas a las pymes que son las que realmente crean empleo van a seguir siendo las mismas. España, con este gobierno o con el anterior seguirá teniendo una administración quintuplicada y con un sistema de comunidades autónomas ineficaz y carísimo que lastra nuestra salida de la crisis económica. España, con este gobierno o con el anterior seguirá pendiente de llevar a cabo las auténticas reformas estructurales que posibiliten crear empleo. España, con este gobierno o con el anterior seguirá ahogando a los autónomos con una carga intolerable de impuestos y abocándolos a la economía sumergida. Nada ha cambiado, solo que nos han movido la bolita de sitio. Hay que reconocer que ha sido una buena jugada, pero las colas del paro están para pocos juegos, y menos aún para que unos y otros nos sigan moviendo y tocando las bolitas.
*César Román es el portavoz de la Asociación Profesional de Directores de Recursos Humanos.
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