Por Manuel Haro Alcalde
Pero ésta vez permítaseme tomar prestada una palabra que anima a recorrer brevemente un camino más corto del esperado y deseado. Una expresión que califica un hecho insólito, si es que en esto del fútbol sigue habiendo hechos insólitos.
Espero que no se me acuse de «apropiación indebida», al copiarla de un diario deportivo, pero es que no me he podido resistir a la tentación. Todo, en relación al fracaso de nuestra Selección olímpica de fútbol, supuesta candidata a conquistar medalla. La que se ha dado en llamar «la Rojita», en alusión al escalafón previo a la Eurocampeona, es decir, «la Roja».
Bueno. Pues vamos allá. La «rojita», después de ser humillada por otras que no son precisamente potencias futboleras (al menos, en lo económico, aunque otra cosa han mostrado en lo deportivo), vio como primero Japón y luego Honduras, nos han hecho las maletas antes de tiempo. Y si a ello le añadimos que en amistoso previo a modo de entrenamiento preparatorio la mismísima Senegal nos mojó la oreja, he aquí mí fascinación por el «palabro»: la… ¡Son rojita!.
Y no es para menos. Dos partidos sin marcar un sólo gol, a pesar de que la «tropa» que entrena (¿?) Luis Milla, está compuesta por jóvenes veteranos, todos ellos pertenecientes a equipos de 1ª División y algunos de «campanillas» (Barcelona, At. Madrid, Manchester United, Ath. de Bilbao, Benfica…), han hecho imposible pasar de la primera ronda. Y luego, lo de siempre. A buscar culpables y, en éste caso, una vez más, la víctima propiciatoria fue el árbitro que, aún sin estar afortunado, sino todo lo contrario, no fue él quien estrelló los balones en los postes, ni quien perdió los nervios y las buenas maneras al final del último partido, cuitas que están muy lejos de las más elementales normas deportivas y de la filosofía olímpica.
Si el mayor potencial deportivo que se le supone a los millonarios futbolistas españoles se hubiera manifestado sobre los exquisitos céspedes británicos en forma de goles y mejor juego, ahora mismo no estaríamos lamentando penaltis no señalados, antideportivas pérdidas de tiempo de los hondureños y reacciones punibles de alguno de los «gallos» de la «Rojita», es posible que no tendríamos necesidad de anteponer el prefijo «Son» para eso, para no sentirnos «son rojados».
Es una cura de humildad. Los partidos no se ganan sin bajar del avión, por mucha fama de la que vengamos precedidos. Y esto es sólo un aviso. Que no se repitan actuaciones así. Y, por cierto: Luis Milla, debería ser lo suficientemente honesto para poner su cargo a disposición de la Federación Española de Fútbol. Una Federación que, por cierto, también tiene su «historia».
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