La infamia digital

{xtypo_dropcap}E{/xtypo_dropcap}l periodismo en Cantabria vive sus horas más bajas, quizá en consonancia con el declive generalizado de la profesión en todo el mundo y en España. Aunque en la ‘tierruca’ hay, como siempre, peculiares características que dotan de ese sabor -y ese olor- especial a nuestras diferencias.

Podemos llamarlo ese toque tan «de aquí», donde lo mismo un iletrado abre su púlpito para soltar sus ocurrencias y vestirse de líder de opinión -con el apoyo de algún constructor o de algún cacique en la sombra- que el propio cacique sale de las sombras y abre por sí mismo su púlpito y se rodea de varios iletrados y palmeros más, para darle cierto aire de solemnidad a la ocurrencia digital.

La crisis del periodismo en papel -los tres periódicos que se editan en Cantabria no son ajenos a la crisis- no es un factor ajeno a este panorama, pero pese a que la lógica podría llevar a pensar que a causa de esa crisis del papel, los medios digitales -que ya no son el futuro sino el presente y el referente incontestable- serían cada vez mejores y de mayor calidad, en Cantabria, por desgracia, sucede exactamente al revés. Cada vez hay más pero cada vez peores y más escorados.

En la ensalada de medios digitales cántabros el lector puede encontrar de todo, pero hay muy poco salvable. La ensalada tiene muchas hojas de lechuga con gusanos. La mayoría duelen a la vista y ofenden al intelecto: desde digitales que han hecho del plagio y del pirateo constante de textos e imágenes su ‘axioma recurrente’ -con la Ley Sinde en la mano, varios podrían ser cerrados en una semana-, hasta otros que con tal de sostener su parcial visión de la realidad, afín a su ideología, son capaces de pervertir la realidad ofreciendo a sus lectores -por fortuna escasos- una visión distorsionada de los hechos.

Así, diversos oradores autobautizados como evangelistas, construyen desde su púlpito digital una falsa imagen de «comunicador» o «comunicólogo», que en muchas ocasiones no quiere decir otra cosa más que «intruso» (dícese de aquella persona que realiza funciones de periodista, sin ser periodista ni tener cualificación ni titulación reglada para ejercer el periodismo) Sin embargo, muchos se parapetan detrás de la honorable libertad de expresión, intrínseca, por supuesto, a todo ciudadano. El problema es que bajo el paraguas de la libertad de expresión muchas veces se arropa la infamia digital, en forma de destrucción y deshonra constante de los pilares básicos del periodismo. A veces incluso se intenta camuflar como libertad de expresión la manipulación, la ofensa deliberada y en ocasiones la mentira directa.

Lo que muchos parapetan detrás de la libertad de expresión está lejos de ser digno de acogerse bajo ese paraguas donde cabe casi todo. Y es en el «casi» donde no podemos aceptar que el periodismo y la difusión de informaciones responsables se prostituya coqueteando con la manipulación grosera y la mentira intencionada.

Pero hay esperanza: pese a toda esta triste situación, las nuevas generaciones de periodistas licenciados vienen pisando fuerte. Muchos no aceptan el panorama que ven al terminar sus carreras y ver que sus puestos de trabajo están ocupados por intrusos iletrados.

Estos jóvenes periodistas están tomando la realidad de frente y juntándose entre varios licenciados, abren su propio medio digital. Ese es el camino para comenzar la dignificación del periodismo digital en Cantabria.  Donde ahora vemos un panorama de infamia digital, pronto podremos ver que nuevos proyectos de calidad, fundados y potenciados por jóvenes periodistas, van tomando la delantera a los púlpitos digitales.

Porque hay que recordar que «Sin periodistas, no hay periodismo. Sin periodismo no hay democracia» y que, pese a que muchos así lo crean erróneamente, el periodismo ciudadano no existe y la información fiable y creíble la elaboran los periodistas profesionales, y no los intrusos, espontáneos, o aficionados.