La cola de la pescadilla
Por Manuel Haro Alcalde
{xtypo_dropcap}C{/xtypo_dropcap}uando buscas explicaciones donde aparentemente no las hay, echamos mano de la manida frase «la pescadilla que se muerde la cola». Hoy trataré de encontrar «la cola», en la medida de mis humildes posibilidades.
Me ocupa la mayor capacidad de síntesis por algo tan obvio, como el escaso espacio que, en esta publicación, nunca se me ha limitado, pero sobre todo, por evitar la pereza de una lectura excesivamente prolongada y tal vez
aburrida o inconveniente, según intereses.
Por empezar por el final, me pide mí amigo David opinión sobre los lamentables acontecimientos de Valencia. Acontecimientos que ya descansan en el slogan de «primaveravalenciana.com», o algo así.
Empezaré por lo más lamentable para tantos y tantos, como la intervención policial. El hecho de que el significado «anti disturbios» se entienda por «intervención en la calle», no justifica que que se hayan producido agresiones a jóvenes (y no tan jóvenes), en inferioridad de condiciones de defensa. Intolerable e inaceptable.
La puesta en escena de una manifestación de adolescentes de Instituto, no evitó la presencia de infiltrados oportunistas que, también
injustamente, se apoyan en los chavales como lanzaderas para buscar bronca contra el sistema. Las imágenes, como el algodón, no engañan. Y las imágenes muestran rostros sobradamente conocidos de cada uno de los acontecimientos que suponen una política de continuidad de la que son incapaces de negociar pacíficamente, por lo que su lenguaje cercano a la violencia, no hace más que restarles una credibilidad, hace tiempo perdida.
Creo que tanto la Delegación del Gobierno en Valencia, como el Ministerio del Interior, deben explicarse. Creo también que la comisión de estudiantes reunida con la Delegada, pudo realizarse antes, porque eso de la espontaneidad, no se lo creen ni quienes así lo han expresado. Baste consultar alguna que otra web («primaveravalenciana. com», cedida por «Compromis», por ejemplo), para confirmar que la jornada venía cociéndose previamente. Tanto en Valencia, como en otras ciudades.
La reforma en la educación, afecta a un sector tan comprometido con el futuro que, en efecto, precisa de cuidadosas decisiones. España lleva años a la cola de Europa. Pero cuesta creer que cerrar la calefacción a las 12 de mediodía, se convierta en disparadero de protesta masiva y callejera.
Sobre todo, cuando entre la muchachada se cuelan individuos, insisto, asiduamente aprovechados.
El profesorado también anda revuelto por aquello de tener que invertir alguna hora más en la tarea docente. Como el funcionariado en general. Para ello, agótense todas las posibilidades de negociación. Búsquense acuerdos razonados con diálogo y sólo cuando se muestren oídos sordos a peticiones lógicas, presionen lo necesario, pero evitando en lo posible el espectáculo trasnochado de la revuelta que, en tantos casos, por desgracia, termina en imágenes medievales.
Las manifestaciones contra la reforma laboral, mostraron igualmente una presencia que, una vez más, que me perdonen, no entiendo, de rostros habituales junto a otros recién incorporados. Los habituales, bandera republicana (¿?) en ristre; los recién incorporados, justo los que estaban agazapados por corporativismo.
Una reforma laboral que exhibe un conflicto de difícil solución. Cuesta entender (y aquí es donde un servidor busca «la cola de la pescadilla»), cómo se puede reducir el desempleo si para ello se recortan puestos de trabajo. ¿Es que los que incrementan el paro serán sustituidos por nuevos trabajadores?. O los prejubilados, ¿lo serán para dejar su puesto a tanto joven sin perspectivas?. Si se buscan alternativas para mayores de 50, ¿qué quedarán para los que no han alcanzado su primer empleo?.
Hay muchas dudas, qué quieren. Pero también es cierto que se están exigiendo resultados con tanta urgencia que no queda más remedio que pensar que se trata de ocultar errores recientes. Si hace sólo un par de años hubiéramos asistido a manifestaciones de desacuerdo como éstas, es más que probable que gran parte de los problemas actuales, se hubieran evitado.
Pero, claro: es más fácil exigir soluciones en dos meses, que responsabilidades de ocho años. La pescadilla y la cola, pero ¿dónde está
la cola?. Yo no la encuentro. Bueno, ó tal vez sí, pero de momento, se halla a la espera.
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