José Luis Zerón Huguet. ‘Intemperie’ (Editorial Sapere Aude)
Por Carlos Alcorta
Nacido en Orihuela en 1965, José Luis Zerón Huguet tiene a sus espaldas una nutrida trayectoria en el ámbito poético, tanto como creador ―entre sus libros podemos citar Solumbre (1993), Frondas (1999), El vuelo en la jaula (2004), Ante el umbral (2009) o los más recientes, Perplejidades y certezas (2017) o Espacio transitorio (2018)― como en su faceta de gestor cultural, bien dirigiendo revistas como Empireuma o organizando lecturas y actos poéticos de distinto formato.
En el presente volumen recoge dos de sus obras. Por un lado, la reescritura de su primer libro, Solumbre y, por otra, El vértigo y la serenidad, que recoge poemas publicados de forma dispersa ―también revisados para la ocasión―, con el añadido de algunos poemas inéditos. En la nota aclaratoria que precede a los poemas, Zerón nos ofrece los motivos de esta relectura de su obra y las razones por las que ha decidido llevarlos a la imprenta.
Nos hacemos eco de sus palabras: la reescritura de Solumbre, el cual, según palabras del autor, se ha transformado en un nuevo libro ―«he hecho variaciones profundas», confiesa―, obedece a «una necesidad de abandonar por un tiempo la poesía discursiva, intensa e hiperestésica de mis últimos libros para volver a la densidad conceptual e imaginativa, a la palabra simbólica, a la conexión entre lo personal y lo cósmico…».
En cuanto al segundo, El vértigo y la serenidad, responde a otro estímulo, el de agrupar poemas hasta este momento dispersos en revistas literarias, en plaque-ttes, en antologías y otros lugares de escasa difusión. El título se completa con la incorporación de varios poemas inéditos. Dos libros, en principio, de muy diferente origen y calado, aunque unidos por una misma voluntad de indagación en la propia biografía, fusionados en el propósito de «Horadar la corteza / atardecida de esta historia personal».
Para llevar a cabo esta indagación, el poeta ensaya una nueva forma de mirar, de mirarse por dentro: «Miro más allá de la luz, /el presente ya es olvido, / mas todo lo que vive permanece / en ese fuego y regresa escapado de la criba». Las reflexiones de orden temporal son habituales en estos poemas, en muchas ocasiones, valiendo del poder simbólico de los elementos de la naturaleza, elementos que sirven a su vez para encarnar pasiones humanas, como deducimos de estos versos: «Las viñas corrompidas, / las palmeras incineradas, / la letanía de los álamos, / el aire exudando resina. // He aquí los rastrojos: / un olor a sueño, / un fuego sombrío, / un violento eco / que despedaza el silencio». No faltan además las dudas existenciales de carácter identitario, tan frecuentes en la creación poética de todos los tiempos («¿Qué espero? ¿Por qué existo?») y las que cuestionan la capacidad resolutiva de la palabra, asunto igualmente candente, sobre todo desde Mallarmé y su Coup de Dés. Zerón escribe: «Palabra incandescente, demorada, / vuelo silencioso de pájaro herido, / dime si puedes aún nombrar / lo que ya ardió cuando a oscuras / la memoria encierra el grito».
El vértigo y la serenidad ―este uso de contrastes es muy querido por el autor― posee una prosodia más narrativa, aunque en Solumbre haya incluso poemas en prosa, sin embargo, en este el discurso se entrelaza y extiende gracias a encabalgamientos y a un ritmo versal de más amplio aliento. Por otra parte, los temas que conforman el libro guardan una estrecha relación. El examen de conciencia («Te castiga tu conciencia / con la exhibición de tus derrotas») propio de quien ni está conforme con su destino y ve en entregarse al olvido ―con ecos de Aleixandre― la única solución; la desolación por el paso del tiempo y por lo que este supone de pérdida y de fracaso existencial («Me detengo junto a la casa de la memoria, / plena de ilusiones rotas y de lenguaje en fuga, / la casa que amé como si fuera un cuerpo, / la casa que me abrazó hasta lo irrespirable / y me colmó de maravillas y espantos»), solo redimido, como veremos en poemas posteriores, por la presencia de la persona amada y de los seres queridos: «Veo jugar a mis hijos / y el corazón se me llena de dicha», Aunque la intemperie, título que reúne ambos libros, «seguirá cuando / tu cuerpo se haya reducido / a partículas invisibles / dispersadas por el viento». José Luis Zerón ha dado nueva vida a poemas de otros tiempos y circunstancias y los ha adaptado a su presente.
Mucho se ha polemizado sobre si resulta oportuno o no «desvirtuar» el sentido inicial de dichos poemas en su primera versión. Hay opiniones a favor y en contra, pero creo que, en última instancia, es el propio poeta quien tiene la potestad de decidir. Por otra parte, debemos tomar la nueva versión no como suplantación de la anterior, sino como complemento, porque, desde mi punto de vista, ambas se enriquecen mutuamente.
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[…] JOSÉ LUIS ZERÓN HUGUET. INTEMPERIE. EDITORIAL SAPERE AUDE. Nacido en Orihuela en 1965, José Luis Zerón Huguet tiene a sus espaldas una nutrida trayectoria en el ámbito poético, tanto como creador ―entre sus libros podemos citar Solumbre (1993), Frondas (1999), El vuelo en la jaula (2004), Ante el umbral (2009) o los más recientes, Perplejidades y certezas (2017) o Espacio transitorio (2018)― como en su faceta de gestor cultural, bien dirigiendo revistas como Empireuma o organizando lecturas y actos poéticos de distinto formato. En el presente volumen recoge dos de sus obras. Por un lado, la reescritura de su primer libro, Solumbre y, por otra, El vértigo y la serenidad, que recoge poemas publicados de forma dispersa ―también revisados para la ocasión―, con el añadido de algunos poemas inéditos. En la nota aclaratoria que precede a los poemas, Zerón nos ofrece los motivos de esta relectura de su obra y las razones por las que ha decidido llevarlos a la imprenta. Nos hacemos eco de sus palabras: la reescritura de Solumbre, el cual, según palabras del autor, se ha transformado en un nuevo libro ―«he hecho variaciones profundas», confiesa―, obedece a «una necesidad de abandonar por un tiempo la poesía discursiva, intensa e hiperestésica de mis últimos libros para volver a la densidad conceptual e imaginativa, a la palabra simbólica, a la conexión entre lo personal y lo cósmico…». En cuanto al segundo, El vértigo y la serenidad, responde a otro estímulo, el de agrupar poemas hasta este momento dispersos en revistas literarias, en plaque-ttes, en antologías y otros lugares de escasa difusión. El título se completa con la incorporación de varios poemas inéditos. Dos libros, en principio, de muy diferente origen y calado, aunque unidos por una misma voluntad de indagación en la propia biografía, fusionados en el propósito de «Horadar la corteza / atardecida de esta historia personal». Para llevar a cabo esta indagación, el poeta ensaya una nueva forma de mirar, de mirarse por dentro: «Miro más allá de la luz, /el presente ya es olvido, / mas todo lo que vive permanece / en ese fuego y regresa escapado de la criba». Las reflexiones de orden temporal son habituales en estos poemas, en muchas ocasiones, valiendo del poder simbólico de los elementos de la naturaleza, elementos que sirven a su vez para encarnar pasiones humanas, como deducimos de estos versos: «Las viñas corrompidas, / las palmeras incineradas, / la letanía de los álamos, / el aire exudando resina. // He aquí los rastrojos: / un olor a sueño, / un fuego sombrío, / un violento eco / que despedaza el silencio». No faltan además las dudas existenciales de carácter identitario, tan frecuentes en la creación poética de todos los tiempos («¿Qué espero? ¿Por qué existo?») y las que cuestionan la capacidad resolutiva de la palabra, asunto igualmente candente, sobre todo desde Mallarmé y su Coup de Dés. Zerón escribe: «Palabra incandescente, demorada, / vuelo silencioso de pájaro herido, / dime si puedes aún nombrar / lo que ya ardió cuando a oscuras / la memoria encierra el grito».El vértigo y la serenidad ―este uso de contrastes es muy querido por el autor― posee una prosodia más narrativa, aunque en Solumbre haya incluso poemas en prosa, sin embargo, en este el discurso se entrelaza y extiende gracias a encabalgamientos y a un ritmo versal de más amplio aliento. Por otra parte, los temas que conforman el libro guardan una estrecha relación. El examen de conciencia («Te castiga tu conciencia / con la exhibición de tus derrotas») propio de quien ni está conforme con su destino y ve en entregarse al olvido ―con ecos de Aleixandre― la única solución; la desolación por el paso del tiempo y por lo que este supone de pérdida y de fracaso existencial («Me detengo junto a la casa de la memoria, / plena de ilusiones rotas y de lenguaje en fuga, / la casa que amé como si fuera un cuerpo, / la casa que me abrazó hasta lo irrespirable / y me colmó de maravillas y espantos»), solo redimido, como veremos en poemas posteriores, por la presencia de la persona amada y de los seres queridos: «Veo jugar a mis hijos / y el corazón se me llena de dicha», Aunque la intemperie, título que reúne ambos libros, «seguirá cuando / tu cuerpo se haya reducido / a partículas invisibles / dispersadas por el viento». José Luis Zerón Huguet ha dado nueva vida a poemas de otros tiempos y circunstancias y los ha adaptado a su presente. Mucho se ha polemizado sobre si resulta oportuno o no «desvirtuar» el sentido inicial de dichos poemas en su primera versión. Hay opiniones a favor y en contra, pero creo que, en última instancia, es el propio poeta quien tiene la potestad de decidir. Por otra parte, debemos tomar la nueva versión no como suplantación de la anterior, sino como complemento, porque, desde mi punto de vista, ambas se enriquecen mutuamente.*Reseña publicada en https://www.cantabriadiario.com/jose-luis-zeron-huguet-intemperie-editorial-sapere-aude/ […]
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