¡Vaya empacho de personajes!

¡Vaya empacho!. ¡Qué aburrimiento!. No hay día ni hora que portadas de diarios, boletines de radio ó aperturas de telediarios, no nos aborden con ataques constantes y presencias de personajes que parecen ser los ombligos del mundo.
Bárcenas, Urdangarín. Urdangarín, Bárcenas… y siempre lo mismo. ¿Hasta cuándo va a durar todo esto?. ¿No hay mas que hacer en éste País?. Si habría que buscar culpables, seguro que habría que mirar a los tribunales. ¿Qué pintan por la calle si, como parece, se trata de individuos nocivos?. Los jueces deberían acelerar los procesos y darles carácter prioritario para cerrar casos tan flagrantes.
Es cierto que todo lleva sus trámites. Hasta ahí, llegamos. Pero no es menos cierto que ambos causan alarma social y, en muchos casos, alimentan el morbo de otros sectores que los utilizan como «carroña» para su «buitreo» amarillento y «salsa rosero».
El deterioro del personal afín a la política, va en aumento. Y en éstos días puede constatarse a todos los niveles. Como por ejemplo, en la peculiar Italia, en pleno período electoral al que optan personajes tan singulares, como Berlusconi -¡increíble!- ó un tal Beppe Grillo -que no Pepe ó Pepito Grillo, aunque lo parezca-. que da la sensación de ponerle el toque a éste «circo», avalándolo con un payaso profesional, aunque deberíamos dejarlo en cómico, para que no parezca peyorativo y por respeto a la entrañable figura del clown. Y de sus resultados, en parte, dependerá nuestra «parienta», la prima de riesgo.
Pero volviendo a casa, los madrileños están empezando a mostrar su hartazgo a tanta marea de protestas. Un día, sí y otro, también. Y aquí se repite lo de los personajes habituales. Las mismas caras, los mismos signos, idénticos estribillos… ¿no estarán cayendo en el error de un posible efecto boomerang?. La gente se cansa, se empacha de tanto Cayo Lara y acoso callejero. ¿Es la solución?. Mientras que se repitan algarabías, destrozos y guerrillas urbanas, es posible que nos vayamos alejando de una realidad más pacífica que, de ésta manera, aporta más destrucción que satisfacción.