¿La TDqué?
Escrito por Kilian Cruz Dunne
{xtypo_dropcap}Y{/xtypo_dropcap}a está. El acontecimiento socio-económico del proceso de migración a la Televisión Digital Terrestre (TDT) ha durado más de cinco años, con sucesivos aplazamientos incluidos, y lo que se supone es la eterna promesa del sector televisivo español ha llegado a su conclusión el 3 de abril.
La transición a la TDT ha costado 288 millones de euros, 220 millones de los cuales han ido a parar a las comunidades autónomas (160 millones de euros en créditos blandos) o en subvenciones directas (60 millones de euros). Además, el Gobierno ha repartido 130.000 descodificadores para personas en riesgo de exclusión social o con alguna discapacidad. Todo ello ha generado un negocio de 12.000 millones de euros -sin contar con las inversiones en contenidos realizadas por los operadores- y ha producido 40.000 empleos en esta década.
Como desventaja hay que destacar que si no disponemos de señal suficiente, no se puede decodificar el canal de TDT y por lo tanto no se vera nada dicho canal, mientras que con la señal analógica anterior lo seguíamos viendo pero con los puntitos de la famosa ‘niebla televisiva’.
La incorporación de nuevas frecuencias ha llenado, por primera vez en la historia, el mando a distancia de multitud de canales gratuitos. En las grandes ciudades el menú es amplísimo, tanto en número como en variedad de contenidos, a pesar de que mucha gente no es consciente de que lo que está viendo ya es una señal digital. Otros, los más despistados o perezosos, probablemente tengan que quedarse sin televisión unos cuantos días, ya que los antenistas tienen una carga de trabajo importantísima y la demanda no se puede absorber en un día.
El parque de televisores compatibles y el de decodificadores ha crecido como la espuma y, aunque el trabajo llevado a cabo por la industria tecnológica ha sido asombroso (sobre todo para los parámetros españoles), el decreto Ley que marca el fin de la televisión analógica data de 2005, por lo que no puede decirse que sea nuevo. Por eso sorprende que un vistazo a la realidad del cambio a la TDT nos presente un panorama televisivo lleno de presupuestos bajísimos, reposiciones y escasa o ninguna oferta innovadora.
Actualmente, hay tres tendencias claras: reposiciones, tematización de los contenidos y una larga cola de canales locales apoyados en unos costes bajos para lograr una elevada rentabilidad. La multiplicación en el número de los canales ha disminuido la calidad de la parrilla porque hay una falta de riesgo en la apuesta televisiva.
Los anuncios iniciales sobre la interactividad y las posibilidades publicitarias en consonancia con Internet no existen, por lo que el terreno sobre el que ahora comienza a abonarse la TDT no es tan distinto de lo que había hasta ahora. Cualquiera puede comprobar que el teletexto digital no tiene más opciones que antes o que la guía electrónica de programación es inexistente en muchos canales.
En todas las proyecciones previas al cambio se asignaba un papel fundamental a la interactividad. La TDT está preparada tecnológicamente para proporcionar, entre otros, servicios como la consulta de cuentas bancarias, el voto en directo en concursos, navegación por Internet, compra de productos en las teletiendas o realización de gestiones con las administraciones públicas, como confirmar el borrador de la declaración del IRPF o la petición de un certificado. ¿Dónde está todo esto?
Porque ahora un ridículo porcentaje de los decodificadores vendidos -menos de un 0,06% según cifras de 2009- soportan el estándar MHP (Multimedia Home Platform), que es el que permite servicios interactivos a través de la TDT, con lo que será otro motivo para la sustitución de miles o millones de decodificadores.
Además, cuando las cadenas empiecen a emitir en alta definición (HD, High Definition), resulta que la mayoría de los decodificadores que se han vendido son tan básicos que no tienen la capacidad de procesar este tipo de emisiones (no permiten la interactividad, ya que no cuentan con el correspondiente canal de retorno que hace posible llegar la respuesta de los usuarios a los operadores), con lo que habrá que sustituirlos por otros que sí lo sean (lo mismo que ocurre ahora con los decodificadores para Gol TV y las que vengan…).
Esto es un proceso sencillo en el caso de un decodificador externo (la mayoría, de pésima calidad), aunque supondrá tirar a la basura la inversión realizada, pero que dejará como inservibles la mayoría -sino todos- de los decodificadores integrados en televisores, que son un importante porcentaje de los vendidos. Para ello, es necesario contar con un receptor TDT interactivo, cuyo precio medio supera los 90 euros (el gobierno, interesado en una expansión rápida de la tecnología digital, optó por promocionar la venta de los modelos más básicos, de 35 euros).
Así, aunque ahora el grado de satisfacción de los telespectadores que han hecho la transición a la TDT es de 7 sobre 10, habrá que ver cómo queda el grado de satisfacción cuando descubramos que nos han vendido una moto sin ruedas.
Mientras algunos ven la implantación de la TDT no como el final del camino, sino más bien como el comienzo de una nueva era en la que las expectativas de negocio que se presentan son enormes (alta definición, 3D, el espectro digital libre para la telefonía móvil, etc…), todo esto me recuerda la primera ola de informatización de empresas a principios de la década de los 80, en la que muchas compraron ordenadores mal aconsejados por vendedores que tenían poca idea de lo que vendían, lo que en muchos los casos les obligó a hacer borrón y cuenta nueva y volver a empezar de nuevo. Aunque también me evoca el famoso Efecto 2000 del cambio de siglo, ¿se acuerdan de todo eso?
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