¿Comida caducada e insectos? ¡Cómanlo ustedes, caraduras!
La triste noticia ha saltado a los medios hace pocas horas: varios miembros de una familia han fallecido por comer alimentos caducados. Frente a esta indecencia de grado supino, incomprensible en un país presuntamente evolucionado, nos vienen a la memoria las sugerencias del FMI sobre comer insectos (una sugerencia destinada a los pobres «Juan Lanas» de turno, por supuesto, no a ellos ni a las castas acostumbradas al caviar y a la langosta) y algunas otras más cercanas pero igualmente peregrinas de algún ministro que aconsejaba comer productos caducados. Ninguno de los emisores de estas terribles estulticias pasó nunca penuria alguna como la triste situación de la familia fallecida por consumir productos en mal estado.
La realidad más palpable es la terrible desigualdad en la distribución de la riqueza. Esa riqueza incluye también los elementos más básicos, como la alimentación. El planeta es capaz de alimentar a toda la población. Repetimos: el planeta es capaz de alimentar a toda la población. Por lo tanto, cuando la presidenta del FMI o el ministro de turno aconsejen comer insectos o alimentos caducados, mírense al espejo y vean si todavía les queda un ápice de dignidad.
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