Es verdad. La situación ha traspasado las fronteras de lo insostenible. Estamos desbordados por acontecimientos en demasiadas ocasiones incomprensibles. Cuando una empresa o establecimiento echa el cierre por una mala gestión, allí se acabó todo. No es de extrañar que, por mimetismo, algunos «castizos» se planteen fundar un banco para cuando la cosa le vaya mal, recibir la ayuda exterior.
Tampoco resulta extraño preguntarse con cara de «miércoles» por qué se dan plazos a despilfarradores para responder por sus «chapuzas» mientras a los pobres tontos de siempre nos exigen respuestas con más inmediatez que posibilidades.
Y resulta «sospechoso» que cuando se habla de recortes o reducciones (por ejemplo, de un 30% de concejales), se haga a tres años-vista, mientras un humilde deudor está obligado a responder bajo la inminencia de quedarse sin lo suyo, aunque acabe debajo de un puente… si es que van quedando puentes.
Ante toda esta apocalíptica realidad, uno sigue echando en falta una batería de soluciones o, cuando menos, sugerencias.
Sí, porque lo que ronda en la opinión publicada, aunque de manera subliminal (y no tanto), es un cambio de rumbo. Un giro de timón que, según todo parece indicar, pasaría por unas elecciones anticipadas. No sería nada nuevo (Grecia) y, probablemente, según la mayoría de la calle, recuperaríamos bienestar perdido; rebaja del I.V.A; recuperación de los recortes realizados hasta ahora; ausencia de amenazas ante la privación de la paga de Navidad; respeto absoluto a los emolumentos del funcionariado, incluidos sus 6 días de «asuntos propios» y otros privilegios; rebaja del precio de los carburantes; eliminación del copago farmacéutico permitiendo así «renovar» la «farmacia doméstica», a bajo precio… ¡pero si es de Perogrullo!
Creo firmemente en el cambio. Creo, porque da la sensación de que sería la panacea a una crisis europea. ¡Qué digo europea: mundial! y España, como Irlanda, Portugal, Italia y no digamos Grecia, volvería a una realidad perdida que, por cierto, no acabo de encontrar en propuestas firmes y clarividentes, que es como nos gusta a la gente modesta. -«¡Para entenderlo mejor!», que diría el lobo de Caperucita. Pues no esperemos que venga el lobo. Manos a la obra que si hay que firmar la mejora, me apunto el primero y donde sea.