Por Manuel Haro Alcalde
Pero… hete aquí que, una vez más, todo ése conglomerado de FEF, LFP, empresas mediáticas de TV que componen un negocio cada vez más sospechoso, vuelven a sorprender al personal fanático y capaz de inversiones en carnets, abonos, taquillaje é incluso y más grave, reventas, insospechadas para menesteres más imprescindibles incluidos los domésticos, con un manejo a todas luces inexplicable.
Sí, porque ¿a quién se le ocurrió programar partidos de fútbol a las 11 de la noche?. ¿Habrá un plus por empezar un día y terminar al siguiente?. ¿O el «plus» que impera no es otro que el canal ídem que se ha quedado con el privativo derecho de transmitirlos todos en exclusiva?
El objetivo del canal no es otro que aumentar su cuenta de resultados obligando a abonarse, entre otros, a tantos como en su día ha ido perdiendo por culpa de la escasez y periódica pérdida de calidad en sus propuestas. Está en su legítimo derecho, como los consumidores que lo estimen y puedan dedicar parte de su dinero a «engancharse» a la Liga.
Pero hablando de derechos, ¿dónde quedan los de quienes no pueden ó no quieren invertir en ésa oferta?. Y sobre todo, ¿dónde están los de quienes entienden/entendemos que ése horario es una auténtica barbaridad?. Sobre todo, para los niños y especialmente cuando estén en época de colegio.
¿Qué padre puede llegar a casa muy entrada ya la madrugada, con el chaval medio dormido y agotado y, en muchas ocasiones, aguantando las reacciones de su progenitor cuando el equipo no ha conseguido el resultado apetecido?.
Miren: me gusta el fútbol, pero en horario normal. ¿Qué considero horario normal?. El de toda la vida: las 5 de la tarde, como mucho, excepción hecha de alguna cita internacional ó un sábado entre 20,30-21 horas.
Me gusta el fútbol, insisto y por eso he seguido habitualmente la Liga inglesa y créanme que siento envidia al ver estadios abarrotados prácticamente sin excepción. Y para que eso ocurra, los dirigentes de la «Premier» ponen partidos desde las 3,30 de la tarde, con precios en las entradas perfectamente asequibles a todos los bolsillos, algo que en España debería empezar a controlarse pero, claro: hay un «negocio» montado, que dura años. Viajes, fiestas, comidas, hoteles, ridículos é incomprensibles amistosos de la Selección, «bolos» en China… ¡si especularon con la posibilidad de jugar la final de la «Súper Copa» de España, en Pekín, a cambio de unos cuantos millones!. Menos mal que se impuso el sentido común de los equipos afectados negándose a ello.
No sé cuánto tiempo van a durar los partidos codificados, pero en el momento en que seamos capaces de entender, por un lado, que a ésas horas no tiene sentido un partido de fútbol y que el abono al «plus» va sumando, sumando, posiblemente volvamos a disfrutar de alguno en abierto. Aunque sea bajo el epígrafe de «interés general». Así pues, pensémoslo: sí, hay vida más allá del fútbol. Vida y crisis, mucha crisis.
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