Fuerte brecha entre la indignación virtual y la acción real
España es un país de protestones por naturaleza, pero en su mayoría son protestones de barra de bar. Fanfarrones de salón sin agallas para llegar al fondo de los asuntos.
El otro día, uno de estos cobardes de medio pelo intentó -sin éxito-, como muchos otros lo intentaron antes, amedrentar a CANTABRIA DIARIO por nuestras opiniones como medio de comunicación de referencia incontestable. Opinábamos con rigor y criterio acerca de un vergonzoso reportaje sobre derechos de autor emitido por TVE. Los infantiles ataques emitidos por aquel sujeto no merecen ni respuesta, ni análisis, ni más referencia que esta que hacemos ahora, pero nos han dado pie, como autores y periodistas de reconocido prestigio, a escribir un nuevo editorial para tratar un tema distinto, sobre la enorme brecha que existe entre el mundo virtual y el mundo real.
Ahora, en la nueva estructura de opinión creada con la irrupción de Internet, sustituyan la mugrosa barra del bar por Internet en sus múltiples vertientes (blogs, foros, Twitter, Facebook, etc.) y tendrán la catarsis perfecta de una población acostumbrada a no elevar sus protestas al «mundo real». Hoy, cualquier «mindundi» de medio pelo con una conexión a Internet se cree cualificado para opinar de cualquier cosa, y sentar cátedra después de haber leído cualquier tontería vertida por cualquiera en cualquier blog, o en cualquier foro.
Pero quizá por cobardía, miedo, o comodidad, resulta mucho más fácil decir en cualquier blog «¡Qué vergüenza, una revolución haría falta, yo me apunto, contad conmigo!», que llevar a cabo en la realidad esos presuntos deseos. En realidad, el mundo virtual facilita, bajo la cobardía del anonimato, atacar a cualquier persona, a cualquier empresa, o a cualquier gobierno. Pero trasladar a la calle y al mundo real esa rabia y expresarla adecuadamente requiere mucha más valentía.
De esa valentía podemos entender carentes a buena parte de los «tan valientes» internautas escondidos bajo sus «nicks». Es un caso distinto el papel de Internet en las recientes revoluciones en el mundo árabe, ahí la valentía de la gente les hace salir a la calle apoyados por las facilidades de comunicación que les ofrece la tecnología. Eso sí es dar un salto desde la realidad virtual, con sus ridículos enfados y sus penosos estados de indignación, hasta la acción «real», hacia el verdadero cambio de las cosas en la calle. Lo contrario, seguir vomitando bilis desde el sofá de su casa, es una expresión más de la cobardía protestona de los parroquianos de cualquier bar de barrio.
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