Europeas 2014
Por Pablo Arce Pelayo
Dicen los cercanos a Rajoy que Arriola ya le había adelantado al Presidente días antes a las elecciones los resultados de los comicios. Sólo se confundió en 1 ó 2 eurodiputados. Un crack el tal Arriola, en nómina del PP desde la época Aznar; es autor del famoso ¡Váyase Señor González, váyase! El mismo que decidió que el candidato, tras su desliz con Susanna Griso, no apareciese en medios de comunicación “no afines” a la ideología del partido. Además Arriola es marido de Celia Villalobos, archiconocida del clan que ha pasado por todos los estamentos posibles. La familia, ante todo.
El castigo ha sido duro, aunque no demasiado. PP y PSOE se enzarzaron en una campaña electoral descafeinada, en términos nacionales y sin debatir nada sobre la situación de España en Europa. Cañete y su desliz varonil marcaron la campaña de Valenciano; sin rumbo días antes con su ideología feminista y sin acercarse a defender los derechos y prioridades nacionales frente a los europeos. Es lo que ocurre cuando se colocan a dedo a políticos de segunda línea.
A un PP que se sentía triunfador y a un PSOE que no esperaba una fuga de votos tan desmesurada les pilló por sorpresa unos resultados electorales que deben marcar una disyuntiva en la forma de hacer política de los dos grandes en España. Ahora mismo el partido del poder, a pesar de haber sido la fuerza más votada, no puede seguir con los aires de prepotencia e implantando medidas sin consensuar. La izquierda, totalmente fraccionada y con un partido “líder” pero debilitado no tiene una figura – tras la marcha pactada y planeada de Rubalcaba – que pueda desempeñar una oposición firme pero mediadora para establecer, junto con el Gobierno, unas políticas económicas y sociales que apacigüen las sombras de estallido ciudadano que se puedan producir.
No han planteado una campaña que cale en la sociedad, no han preparado un discurso coherente más allá del ataque personal. Y la sociedad, en cuanto escucha algo diferente y que hace música en los oídos – aunque sea populista y el candidato tenga más verborrea que cabello –, se embelesa y critica a los políticos que lleva viendo desde hace años rotando de silla en silla. Eso ha ocurrido con “Podemos”, la formación de Pablo Iglesias, un profesor universitario convertido en tertuliano y boxeador contra los periodistas dependientes de los partidos, que formó su bando y en apenas 4 meses ha logrado convertirse en la cuarta fuerza política en España.
Iglesias suelta por la boca propaganda que gusta a los ciudadanos – jubilarse antes, no pagar lo que se debe, contratos indefinidos – pero no se paran a pensar cómo conseguir ese objetivo con la situación económica actual. Un mensaje de calado pero sin base argumental de cómo conseguir lo prometido; es decir, política barata y comestible. Pero es comprensible su éxito, resulta convincente el discurso y pega fuerte a la casta política corrupta que inunda los estamentos de nuestro país. El meterse con el que manda siempre te convierte en ídolo de masas.
El cansancio de la sociedad, junto con el desapego por los grandes partidos, ha fraccionado el voto. El PP no tiene rival en la ideología de derechas, VOX no ha tenido el éxito que sólo sus dirigentes esperaban mientras que el único que ha conseguido votos de los desencantados con el gobierno ha sido UPyD. Pero en el bando izquierdo han nacido decenas de siglas políticas que han fragmentado el deseo de los ciudadanos. Y ahí el perjudicado ha sido el PSOE que ha visto cómo la sangría de votos que empezó en las elecciones europeas anteriores, y pensó que había culminado con las generales, estaba confundido.
Sinceramente, se lo han ganado a pulso. Los que están en el Gobierno porque su programa electoral se lo han pasado por donde la espalda pierde el nombre. La oposición porque no ha defendido los derechos de la ciudadanía y ha estado más en disputas internas que velando por el interés general. Y el fraccionamiento del voto, que no es extrapolable a unas elecciones generales o autonómicas (no hay voto de castigo) no beneficia la posición de España en Europa.
A Rajoy se le complica “colocar” a Cañete como Comisario (su labor en España está más que amortizada) y a De Guindos como encargado del Eurogrupo (su imagen está deteriorada aunque Montoro acumula más odio) lo cual no beneficia a España, en teoría. Rajoy ha ganado las elecciones pero la debacle en número de eurodiputados no le convierte en un peso fuerte para ordenar cargos. Tener a españoles en puestos de importancia, dicen desde el Gobierno, que favorece a nuestro país. Aunque permítanme que lo dude cuando aquí nos gobiernan “españolitos de pro” y cada día nos fatigan más.
Aquí no vale con cambiar la cara de Rubalcaba por la de Madina, Chacón o la del Cortijo Andaluz. No sirve con una remodelación de gobierno por parte del PP para dar aire fresco si se tropieza en el mismo error. Hay que plantarse ante ciertas circunstancias que aprietan unos datos económicos desalentadores, una cola de parados que daría la vuelta a España y una situación social de desaliento. Apostaba el ex presidente González por un gobierno de concentración entre PP y PSOE, en lo cual no está confundido. Hay situaciones excepcionales que merecen decisiones particulares. No vendría mal que la casta política apartara sus intereses y ego personal, y volteara su ideología a luchar por los intereses de España. Lo que planteo debe ser muy patriótico para seres que se tiran los trastos en cada sesión de un Congreso donde nos representan. Pero yo no los elegí para que mediante chascarrillos, insultos y reproches no debatan sobre decisiones y sí sobre quién las tomó mejores.
Ha llegado el momento. Tienen que cambiar. Hasta ahora nos enviaban propaganda electoral sin vaselina y acabábamos tragando con todo sin aparecer ésto en ningún documento prometedor. Sincérense señores. España necesita una política unida. Y en lo único que está el pueblo unido es en el pensamiento de que la sociedad política solo quiere nuestro voto.
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