El tercer grado de la esperanza
Por Manuel Haro Alcalde
{xtypo_dropcap}N{/xtypo_dropcap}o sé si la dimisión de Esperanza Aguirre se esperaba, pero sí sé que tenía un hartazgo que ya la superaba, a pesar de su fortaleza, tanto en su vida personal, como política.
En lo personal, por estar superando una situación de gravedad, debido a sus problemas de salud que, según ella, están «supuestamente curados». Y en lo político, porque los problemas no son de índole menor, habida cuenta de los acontecimientos que vienen rodeando su condición de liberal, a pesar de que, por ejemplo, ni antes en su enfermedad ni ahora en su decisión, haya sentido el aliento de un movimiento llamado «feminista», hundido en el ostracismo después de tantos acontecimientos en los que, según su propia filosofía, deberían haber estado presentes.
Ahora mismo, si yo fuera Rajoy, estaría temblando. No por los constantes y muchas veces incomprensibles recortes. No por la subida de un I.V.A. que, según su programa, era lo que nunca haría pero que há sido justo lo que há hecho, para general cabreo de los españoles.
Yo estaría temblando porque la liberal Esperanza Aguirre pueda arrastrar tras de sí, con ésta inesperada y repentina decisión, a muchos desencantados de un PP que, a la vista de cómo vá ésto, acumula despropósitos, lo que hace que la oposición esté dando palmas con las orejas. ¡Y éso que, según todas las encuestas, no está sacando «tajada» de éllo!. Entre otras cosas, porque seguimos sin noticias de alternativas de solución más allá que tirarse al monte de las manifestaciones promovidas por unos sindicatos que, como todo hijo de vecino, ven recortadas sus subvenciones de las que vienen «chupando» históricamente. La preueba del «9» la tenemos en que los últimos 8 años, andaban callados como corderitos alimentados, a pesar del galopante aumento del paro.
Esperanza Aguirre no há eludido confrontaciones con gente de su partido. Ha llamado a las cosas por su nombre y apellido, pero no há «tragado» por momentos en los que tenía muco que decir (y lo dijo), en contra de sus «íntimos enemigos». Gente que, desde dentro, han venido cuestionando sistemáticamente ideas y conceptos que se alejaban de una realidad que élla detestaba.
Se le pueden censurar muchas cosas, pero los números la acompañan. Madrid tiene un «Metro», por ejemplo, que ni los de Moscú y Nueva York, juntos. Construyó nueve hospitales en la Comunidad. Instauró la enseñanza bilingüe. Ahora mismo, la deuda ó déficit está por debajo de lo esperado. Pero hubo momentos (Valencia), que la enfrentaron a Gallardón y, aunque disimuladamente, al mismísimo. Rajoy.
Pero hoy me quedo con un tercer grado. Y no en lo referente a un interrogatorio, sino al concedido al terrorista-secuestrador Bolinga (perdón: Bolinaga), en el que siempre, como en otros casos simillares, estuvo en contra.
¿Para qué una mayoría sólida?. ¿Para rendirse a la demagogia de la actuación «dentro de la Ley» o con «la Justicia en la mano»?. ¿Quién concedió ése tercer grado?
Demasiadas cosas, pero ojo a una. En el aire flota, a pesar de la inmediatez de los acontecimientos, una batería de preguntas: ¿Y si se recupera anímicamente y le dá por formar un partido político?. ¿Y si lo que le queda dentro le dá un día por sacarlo?. No adelantemos hipótesis. Pero no olvidemos que el tiempo es el encargado de impartir justicia y de poner a cada uno en su sitio.
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