• 22 de noviembre de 2024

El problema de las madres trabajadoras

Escrito por César Román*

 César Román

{xtypo_dropcap}P{/xtypo_dropcap}ara que una familia pueda salir adelante, pagar todas las facturas, vivir con dignidad, soportar la retahíla de impuestos vigentes y hacer frente a los mil y un gastos diarios previstos e imprevistos hacen falta que trabajen los dos miembros de la pareja. Salvo excepciones, esto es lo general. Con los sueldos, en muchos casos mileuristas de la mayoría de trabajadores, es dificilísimo poder pagar todo y vivir dignamente. Pero es que cuando se tienen hijos, esa dificultad se torna en imposibilidad absoluta. Que la mayoría de las mujeres tengan la capacidad intrínseca de estirar un billete como si del hombre de chicle se tratase tiene un límite. Todavía no se han encontrado mujeres que al don de la elasticidad billetil le sumen la de la prestidigitación para la multiplicación de los bricks de leche y los filetes. Todo se andará pero de momento en nuestro eslabón de la cadena evolutiva no hemos llegado a tanto. Por consiguiente o trabajan los dos o los números son imposibles de cuadrar.

 

El gran problema surge cuando se busca un puesto de trabajo que le permita compatibilizar ese empleo con el de su pareja, y con los horarios y necesidades de sus hijos. Es la cuadratura del círculo, a la que algunos llaman pomposamente «conciliación de la vida laboral y familiar». Pero la pompa y el boato ocultan que es una de las mayores tareas pendientes de nuestra sociedad y que abordarla es fundamental para enfrentarnos a nuestro pedregoso presente y nuestro titubeante futuro. Y en esto sí que tienen mucho que decir, y más que hacer, las administraciones públicas. No es razonable que cuando una madre lucha, por conseguir una plaza de guardería pública para poder buscar un trabajo, se la niegue precisamente porque no está trabajando. «Claro que no tengo trabajo, es que no puedo ir a buscarlo con el carrito del niño«, les responden con más razón que un santo. O que las ayudas para el comedor estén limitadas a quienes trabajan. «Es que claro que estoy en casa al mediodía, porque si usted no me da la ayuda no puedo trabajar en nada hasta las cuatro o las cinco». Y así suma y sigue en prácticamente todo lo que mire a su alrededor. Sin ayudas públicas la mayoría intentan romper ese círculo vicioso con el cariño y soporte de la familia más cercana que ejerce de baby-siter volante. ¡Nunca se valorará suficiente el aporte a la sociedad que hacen los siempre prestos abuelos! Un círculo vicioso que se torna en insoportable cuando el dejar a tus hijos a cargo de una canguro o en una guardería de pago, porque el Estado no te proporciona plazas públicas, cuesta lo mismo e incluso más, de lo que ganas en ese trabajo que acabas de localizar bajo las piedras.

 

Esas dificultades titánicas, hacen que a muchas madres, y cada vez más padres, les sea imposible acceder a un puesto de trabajo en condiciones lógicas, y que muchas familias estén pasando por penurias insoportables en esa idílica sociedad del bienestar que nuestros políticos nos venden, y en la que ellos están instalados. Un debate que es necesario abordar con rapidez, porque sobre los números están las personas y nuestra sociedad tiene ese gran pleito pendiente.

 

*César Román es el portavoz de la Asociación Profesional de Directores de Recursos Humanos

 

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