El gran error político y humano de cerrar La Pereda
{xtypo_dropcap}P{/xtypo_dropcap}osiblemente, las imágenes de ancianos desamparados y desorientados siendo desalojados de la residencia La Pereda, le pasarán factura -política y humana- a Ignacio Diego, presidente de Cantabria.
Pese a que, con los datos en la mano, la residencia necesitaba un claro ajuste por el desfase entre empleados y residentes, entre otros factores, está claro que la sensibilidad y el punto de vista más humano hubieran aconsejado que Diego aparcase momentáneamente ese «ajuste» a la Residencia La Pereda, en lugar de asistir, como asistimos, a unas imágenes en las que la administración demuestra tener muy poco fondo humano.
Con las cifras, con las frías cifras, no vamos a llegar muy lejos si todo se reduce a la austeridad y a cumplir con las grandes cuentas financieras, olvidando a la gente. Olvidando la vertiente humana de la política y la vertiente del Estado protector del ciudadano, y no opresor, tampoco llegaremos muy lejos.
Recordemos que muchas veces no es el «qué», sino el «cómo». Una mejor planificación de algo que debía hacerse, de otras formas, hubiera tenido un mejor resultado en lugar de otra mancha en el expediente como recién llegado gestor de la máxima autoridad de la comunidad autónoma cántabra.
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