El estado del malestar
- Editorial
David Laguillo
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- Hay que dejar de gobernar para los bancos y empezar a gobernar de una vez para la ciudadanía.
Cantabria y España no levantan cabeza. Aunque en la región haya habido una leve mejoría en la contratación, no podemos olvidar factores como el impulso al empleo público generado -y de forma en muchos casos temporal- desde ayuntamientos y otras ramificaciones de las instituciones. Eso no es, por lo tanto, un reflejo de mejora real de la economía cántabra.
La economía real, la de los ciudadanos, sigue en retroceso y las miradas de las personas siguen reflejando preocupación. La preocupación y la indignación se incrementan todavía más al ver que -a nivel europeo y nacional- se gobierna para los bancos y para ‘lobbies’ de interés en lugar de llevar a cabo un gobierno para los ciudadanos. Cantabria no es ajena a esta corriente de indignación y también se está viendo una clara evolución de las protestas.
El sentimiento de malestar es creciente en cada vez más ciudadanos. Se ha pasado del «estado del bienestar» a un «estado del malestar» perpetuo, una especie de cabreo constante, dentro de un contexto heterogéneo formado por parados, indignados, sindicalistas, estafados por bancos…en definitiva una ciudadanía cada vez más conversa y activa: del relajo del sofá a la toma de las calles como expresión del malestar y de la indignación.
Las instituciones no deben -ni pueden- acallar el lógico reflejo en las calles de ese malestar creciente, y tampoco pueden alimentar la situación con decisiones políticas que cabrean a la mayoría de las personas. Lo sensato, en todo caso, es canalizar de forma adecuada las formas de expresión del malestar. Y, por supuesto, dejar de gobernar para los bancos y empezar a gobernar de una vez para la ciudadanía. En Islandia lo hicieron y no se les ha caído el cielo encima.
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