EDITORIAL-. Política a golpe de tuits, falacias y encuestas
EDITORIAL-. Vivimos tiempos convulsos, de mareas intestinas en las que España se encuentra dentro de un permanente período electoral que agota a cualquiera. Para empeorar todavía más ese contexto, la política se dejó caer al fango de la reacción visceral a golpe de tuit, dejando así que las ocurrencias y las reacciones de la turba digital tomen un protagonismo a todas luces inmerecido, sobredimensionado y en ocasiones tóxico.
Más allá del ámbito doméstico, este problema tiene una dimensión global, ya que en todo el mundo la política se ha visto infectada con fenómenos como el «Big Data» y la espuria manipulación del electorado con el fin de conseguir un determinado objetivo. Lo vimos con Trump, con el Brexit y, según las últimas noticias, también en España con simpatizantes del PP que habrían gastado mucho dinero en campañas de Facebook para que los votantes de la izquierda no fueran a votar.
La guerra sucia y la desinformación no son fenómenos nuevos para intentar manipular a la opinión pública, pero hay componentes en esta nueva situación como son el comercio de datos, la privacidad, la intimidad y la cercanía, que merecen un serio esfuerzo regulador a la hora de marcar unas reglas del juego limpias. Manipular sentimentalmente al votante aprovechándose de oscuras técnicas añade un matiz mucho más tétrico a una política de muy bajo nivel.
En Cantabria, el PRC ha preferido responder a las encuestas que no les dan los resultados que ellos esperan, y se han lanzado a crear su propia encuesta. Según la encuesta que han difundido en horas recientes, los regionalistas obtendrían dos diputados y superarían al PSOE en las elecciones generales del 10N. El sondeo del PRC asigna 2 diputados al PP, uno a los socialistas y deja sin representación a Ciudadanos, Podemos y Vox.
El valor final de las encuestas y de los sondeos, sin embargo, solo se demuestra cuando se han contado los votos depositados en las urnas, y en muchas ocasiones las encuestas previas tienen el mismo valor que las predicciones del vidente Rappel o de la Bruja Lola.
Las falacias, como aquella de Ortega-Smith sobre las Trece Rosas, se convierten en otro elemento intoxicador más de una política que hace tiempo que perdió de vista los grandes temas de Estado.
En definitiva, el escenario nos plasma una política de bajo nivel a la que solo le falta recurrir al barro para convertir el sano intercambio de ideas en un decadente foro de peleas, vísceras y fango. Ojalá algún día volvamos a coger el rumbo de la política de alto nivel.
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