EDITORIAL-. No se juega con las cosas de comer
La soberanía cedida durante años a la Unión Europea se vuelve en contra de nuestro campo
En las imágenes la tractorada a su paso por Torrelavega
El campo español está en pie de guerra, harto de la burocracia de la Unión Europea y de la competencia desleal de productos de fuera, y les sobra la razón.
Durante la pandemia pudimos comprobar lo vulnerables que éramos en España, donde no se producían mascarillas ni siquiera había maquinaria para producir otros elementos de seguridad necesarios que había que importar de Asia. También se comprobó lo dependientes que somos del sector primario, fundamental porque todos comemos de lo que se produce en nuestro campo.
Y nuestros agricultores y ganaderos están hartos de la situación a la que les lleva la excesiva burocracia de la UE y, como añadido, la competencia desleal de países de fuera que no cumplen con los mismos estrictos requisitos. Parece lógico pensar que si alimentos producidos en otros países no tienen la misma normativa que los producidos en la UE, por lo tanto o no se les deja entrar para la venta, o se flexibiliza a nuestro sector primario para dejar de ahogar a nuestros productores. Pero la lógica, muchas veces, no entra en la cabeza de la ‘burrocracia’ de la UE.
Además de las constantes subidas de los carburantes, y de los productos necesarios para producir nuestras verduras, nuestra carne y otros alimentos vitales para nuestra subsistencia, nuestro campo se enfrenta al grave problema de la cadena de suministro, con tantos intermediarios, especuladores y chupones que si por una lechuga nuestro agricultor recibe apenas unos céntimos, cuando esa lechuga llega a la cadena de supermercado el consumidor final debe pagar un euro o más.
Soberanía alimentaria
Nuestro campo es vital, un sector clave cuya soberanía y control no podemos ceder a un ente supranacional como la UE, que ya ha demostrado en sobradas ocasiones que legisla de espaldas a nuestros agricultores y ganaderos, convirtiendo la actividad de alimentarnos a todos en una odisea.
A quienes fuimos educados en una época en la que todavía no había Internet, «influencers» ni cantamañanas varios, se nos enseñó una regla tan básica para la vida como tan repleta de sentido común: «con las cosas de comer no se juega». Por lo tanto, es clave aceptar y enseñar a los más jóvenes que las baldas de los supermercados no se llenan de alimentos de forma mágica, sino que son nuestros ganaderos y agricultores quienes nos surten de comida.
Quizá algún día nos demos cuenta del error que supuso ceder buena parte de nuestra soberanía legislativa y también nuestra soberanía alimentaria a un ente superior como la UE, cuyos burócratas, desde los fríos pasillos de Bruselas, legislan afectando negativamente a nuestras vidas sin saber lo duro que es trabajar en el campo para alimentarnos a todos.
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