EDITORIAL-. El futuro del PP de Cantabria
La situación del PP de Cantabria es muy complicada, y según pasan los días y se suceden las denuncias y reacciones, la reconciliación de ambos bandos parece cada vez más lejana.
Algunas voces, en los pasillos, han comentado que de esta profunda crisis podría surgir el germen de un nuevo partido político en Cantabria, «Lealtad Popular». Sin embargo, ese hipotético escenario de la creación de una nueva formación política sería la peor de las noticias para casi todos los actores de esta tragedia. Por un lado, sería malo para el votante medio fiel a la ideología conservadora. Si surge una nueva formación política, este votante conservador medio cántabro tendrá su corazón dividido entre la fidelidad a las siglas del PP con apoyo desde Madrid; la tentación de nuevas formaciones como Ciudadanos, o esa hipotética escisión de los populares cántabros.
También sería malo para el PP actual, porque la nueva formación arañaría algunos votos que, aunque insuficientes, podrían mermar los resultados del PP «oficial» y dañar las posibilidades de futuros pactos con otras formaciones políticas.
Otro hipotético escenario podría ser la «depuración» de los elementos críticos, aunque tampoco parece una idea de aplicación sencilla, y lejos de la deseable democracia interna, y más si se tiene en cuenta que importantes integrantes del PP todavía se muestran reticentes a aceptar los resultados de un Congreso que consideran estuvo repleto de irregularidades.
¿Y la conciliación? Difícil, muy difícil, después de que ambas facciones se hayan cruzado durísimos ataques personales en las redes sociales. En algunos casos, de la amistad forjada durante años dentro del PP se pasó a la amargura y al rencor, casi como en las parejas sentimentales.
En sus comunicados públicos, la nueva dirección bajo la batuta de María José Sáenz de Buruaga insiste en la «mano tendida», pero eso resulta difícil de compaginar con las presuntas amenazas de expedientes y expulsiones que denuncian los críticos a través de su portavoz Joaquín Solanas.
Una cosa está clara: si el PP cántabro no resuelve cuanto antes su fractura interna, estas diferencias pueden enquistarse, hacerse crónicas y, como sucede con cualquier enfermedad infecciosa, se corre el grave riesgo de una contaminación total del partido.
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