EDITORIAL.- El «periodismo ciudadano» no existe (y menos en pandemia)
En las imágenes diversas fotografías tomadas durante la pandemia de coronavirus COVID-19 en Cantabria
En pandemia, muchos digitales cántabros se han acomodado en el «periodismo de sofá»
El periodismo está amenazado por el intrusismo galopante, por el cambio de paradigma en el ecosistema digital y también, sin paños calientes, por numerosos errores que hemos cometido los periodistas.
Pese a que el ejercicio del periodismo es libre y no está sujeto a regulación, el mal llamado «periodismo ciudadano» no existe, no ha existido nunca y jamás existirá porque, aunque se trata de un ejercicio de libertad de expresión, legítimo a veces pero espurio en otras, nunca se podrá considerar periodismo.
El contenido generado por ciudadanos se puede tomar como fuente, o como opiniones más o menos fundamentadas, pero nunca se podrá considerar periodismo.
Es vital diferenciar cuándo un contenido que se presenta con apariencia de información puede ser considerado como tal o, por el contrario, una opinión con su valor limitado al no tener experiencia de campo, ni contraste, ni un enfoque objetivo o neutro.
Un ciudadano que pasea por la calle y se encuentra con un accidente, con una manifestación o con un altercado, puede ser considerado fuente o testimonio, incluso si hace fotos o graba vídeos con su teléfono móvil.
Pero nunca se le podrá considerar periodista porque en la mayoría de los casos interpreta el hecho acaecido con sus propias opiniones, añade comentarios subjetivos con su personal ángulo de visión o malinterpreta el hecho al carecer de todos los puntos de vista y los datos aportados por otras personas o profesionales que estuvieron en el mismo lugar.
El decadente panorama en la información digital cántabra nos deja un escenario plagado de intrusismo, espurios portales que falsean sus cifras de visitas y, en ocasiones, también difunden bulos, delirios ‘conspiranoicos’ y falsedades.
Esa situación, lejos de mejorar, se ha agravado con la pandemia de COVID-19, porque han nacido más y más cubículos digitales que se nutren únicamente de comunicados y carecen de información textual o gráfica propia. Es lo que se ha dado en llamar «periodismo de sofá».
Informar sobre salud pública y pandemias es una tarea muy delicada que necesita de las fuentes adecuadas y del contexto necesario para transmitir a la población la información más limpia posible, teniendo en cuenta la circunstancia de incertidumbre.
Los periodistas hemos cometido muchos errores a la hora de nuestra adaptación al nuevo paradigma digital, que ha puesto patas arriba la estructura tradicional del periodismo como profesión. Desde el momento en el que los medios de comunicación comenzamos a aceptar el «clickbait» y bajo nuestros artículos las noticias patrocinadas repletas de sensacionalismo y «fake news», pusimos un clavo más en nuestro propio ataúd.
Sin embargo, muchos de esos cuchitriles digitales reciben ingentes inyecciones económicas desde las Administraciones Públicas, pese a la pésima calidad de los contenidos que difunden y el flaco favor que se hace a la imagen de Cantabria de cara al exterior.
Han florecido literalmente docenas de plataformas que bajo diversos nombres se travisten — y ocultan sus espurios intereses — para presentarse ante la sociedad cántabra como medios de comunicación, cuando en la mayoría de los casos no hay ni un solo periodista en la plantilla, y todos los contenidos se elaboran sin salir a la calle.
Necesitamos herramientas técnicas y educación cognitiva para que la ciudadanía sea capaz de diferenciar la información recogida, elaborada y difundida por periodistas, frente a la desinformación recogida, elaborada y difundida por intrusos.
Porque, al fin y al cabo, para el periodismo de Cantabria es la batalla más importante pues solo con la lucha contra el intrusismo podremos superar la «posverdad» y, de camino a un nuevo futuro, volver a poner en valor la Verdad.
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