• 21 de noviembre de 2024

EDITORIAL-. El Capitalismo después del coronavirus

EDITORIAL-. El Capitalismo después del coronavirus

EDITORIAL-. El Capitalismo después del coronavirus
EDITORIAL-. El Capitalismo después del coronavirus

Después del Coronavirus (D.C.) deberían cambiar muchas cosas, es un buen momento para realizar ajustes a la forma en la que la economía mundial se ha gestionado desde hace décadas. Un capitalismo que, en su vertiente más dura, ha dado la espalda a la Naturaleza y a lo Social para glorificar el bien inmaterial del concepto «dinero» como un auténtico culto de idolatría al oro y al proceso especulativo.

Siempre ha primado la Economía, la prima de riesgo, el déficit, los datos macroeconómicos… hasta que llega el día en el que un nuevo virus como el COVID-19 hace saltar por los aires toda nuestra estructura económica y, de repente, el Sector Primario vuelve a tener la importancia capital de alimentarnos con sus productos del campo.

A efectos prácticos, el que siempre fue considerado como el eslabón más débil de la cadena de producción de alimentos se ha demostrado en estos días como el más importante, por encima de distribuidores e intermediarios que se han estado llevando los mayores beneficios, dejando al productor las migajas generadas por un sistema perverso.

Sostenibilidad

Nuestro planeta está sufriendo de forma clara y directa las consecuencias de una sobreexplotación de los recursos y el efecto de décadas de contaminación sin freno. En pocos días sin apenas actividad a causa del coronavirus, sin embargo, la Naturaleza consigue reconquistar una parte del espacio arrebatado por el hombre.

La relación entre la Naturaleza y el Hombre es un debate que ya ha sido puesto sobre la mesa por pensadores de distintas ideologías, unos con la Apocalíptica visión de una hipotética Tercera Mundial, como Du Plessis, y otros como Fernández Buey desde una perspectiva mucho más humanística.

«La Tercera Guerra Mundial es una venganza de la naturaleza sobre el hombre. Consagra el retorno del Derecho natural, tal y como lo concebían los grecolatinos: el hombre forma parte de la naturaleza, está en la naturaleza. Está sometido a sus leyes. A partir del siglo XVIII, el pensamiento occidental ha puesto el acento en un voluntarismo que separa al hombre de la naturaleza y le confiere la misión de adueñarse de ella», (Laurent Artur Du Plessis, «La Tercera Guerra Mundial ha comenzado», Inédita Editores, 2005)

Desde la perspectiva de Du Plessis, los bloques geopolíticos ganadores de esa hipotética Tercera Guerra Mundial serían EE UU y China, con Europa en declive. La visión del autor está, no obstante, plagada de duros ataques contra el Islam, pero en sus escritos se refleja la separación del Hombre de la Naturaleza, pese a que la realidad, obstinada, nos demuestra constantemente lo débil de nuestro sistema frente a la Naturaleza.

Un concepto importante, del que se habla mucho, es la Sostenibilidad. Para entender de qué hablamos cuando nos referimos a la Sostenibilidad hay que entender como origen los graves desequilibrios medioambientales que estamos sufriendo y una crisis ecológica global, de la que vivimos ahora los primeros compases.

La perspectiva de colapso global (temporal) de nuestro modelo de civilización a causa de la pandemia del coronavirus debería llevar a una urgente y profunda reflexión global sobre los axiomas productivos, de la mecánica del empleo, y un cambio de los paradigmas humanísticos que rigen nuestro día a día.

Una nueva distribución del trabajo

Para Fernández Buey la sostenibilidad «implica una nueva filosofía de la economía», algo que es fácil de enlazar con sus propias ideas sobre una nueva distribución del trabajo, un cambio completo en la estructura laboral. Un cambio al que, hoy en día, habría que sumar el factor clave de la robotización.

«La idea de un subsidio universal garantizado fue formulada inicialmente, en 1986, por Philippe Van Parijs y Robert J. Van der Veen en un artículo en el que planteaban la posibilidad de un paso directo y pacífico del capitalismo al comunismo. En este artículo los autores imaginaban una nueva distribución del trabajo y de las rentas en el marco de una economía plural en la que el mercado ocuparía sólo una parte del espacio, el tiempo libre habría de jugar un papel cada vez más importante y existiría además un sector solidario no mercantilizado. En tal contexto se podría establecer una renta mínima incondicional para todos. Esta renta mínima, o subsidio universal garantizado, sería concedida a todo individuo desde el nacimiento, sin establecer condición alguna derivada de la situación familiar o profesional» (Francisco Fernández Buey, «Guía para una globalización alternativa. Otro mundo es posible», Ediciones B, 2005).

Tenemos, por tanto, un doble reto: primero frenar y erradicar la pandemia del coronavirus COVID-19 que está causando la muerte de miles de personas en todo el mundo y, por otro lado, reflexionar sobre nuestro sistema económico y las consecuencias que ese sistema tiene sobre nuestro planeta y sobre nuestro (des) equilibro social en su concepto de reparto equitativo de la riqueza.

Y, en definitiva, tenemos por delante la tarea de meditar sobre las consecuencias que este sistema ha tenido también en nuestro interior y en la creación de muchos individuos humanos que, hasta ahora, han mostrado una sed casi enfermiza por el dinero.

La Naturaleza, de nuevo, impone su cordura porque, como se atribuye a un Gran Jefe Indio en el que podría ser el primer manifiesto ecologista de la historia: «Cuando hayas cortado el último árbol, contaminado el último río y pescado el último pez, te darás cuenta de que el dinero no se puede comer».

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