EDITORIAL-. 2024, un año amargo
El año 2024 que finaliza en las próximas horas dejará un amargo recuerdo en la sociedad española, con la trágica dana todavía fresca en nuestra memoria. Con un terrorífico rastro de cientos de muertos y miles de personas afectadas por la destrucción, el último compás del año 2024 nos hace desear que el nuevo año 2025 sea mucho más beneficioso y amable.
2024 ha sido, también, el año en el que hemos vuelto a constatar el fallo de las instituciones, desde las locales hasta las nacionales, para atender a la urgencia y paliar la necesidad de las personas afectadas, que sí han recibido, con más eficacia y más rápido, la ayuda y el calor de miles de voluntarios venidos desde todos los puntos de España e incluso desde otros países.
El Estado debe reflexionar en cómo mejorar su reacción inmediata a las catástrofes, porque un Estado tiene como primera obligación proteger y asistir a sus Ciudadanos, y en esa tarea se ha fallado estrepitosamente.
El año de los «influencers» buleros
Este año que termina, además, se revela como el año en el que han quedado en evidencia muchos difusores de bulos y «creadores de contenidos» que, haciéndose pasar por falsos periodistas, han emitido mentiras e intoxicado a millones de personas con sus desinformaciones.
Queda pendiente, por tanto, la tarea de sancionar y procesar a los buleros a través de las nuevas herramientas legislativas que se están desarrollando.
Algunos de ellos gozan incluso, más allá de canales alternativos y marginales como las plataformas online, de una ventana directa en televisiones de alcance nacional donde se les permite, de manera irresponsable, lanzar todo tipo de mentiras y falsedades.
Una persona frente a una cámara, en YouTube o en cualquier otro canal, puede estar mintiéndote pese a la cercanía que el espectador puede sentir por la complicidad de la mirada directa.
La mentira, consciente o por desconocimiento de los hechos, se hace bulo y llega a millones de personas con más rapidez que un artículo periodístico que el periodista habrá elaborado con fuentes serias y con verificación responsable de datos y hechos.
Varios estudios publicados en revistas científicas concluyen que las noticias falsas pueden aumentar el apoyo a partidos políticos extremistas, lo que puede llevar a un aumento de la polarización política. En España tenemos el claro ejemplo de la formación política de Alvise Pérez, germinada en una heterogénea mezcla de bulos y manipulaciones que han conseguido conquistar a casi un millón de votantes.
En otras revistas científicas también se ha estudiado que la exposición a noticias falsas puede aumentar el estrés, la ansiedad y la depresión en los usuarios de las redes sociales, y la creencia en noticias falsas puede llevar a una disminución en la confianza en sí mismo y en las instituciones.
Las instituciones, esas que nos han fallado como decíamos al inicio de este artículo, son las responsables principales de poner en orden este desaguisado de las Redes Sociales, en el que cualquier indocumentado puede decir cualquier cosa y difundir cualquier delirio con terribles consecuencias.
Corrupción
Por último, igualmente desolador el panorama relacionado con la cascada de casos de presunta corrupción muy cercana al mayor poder del Gobierno.
España tiene un problema endémico con los «dedazos» y las contrataciones administrativas con procesos dudosos, y los casos más escandalosos que se han visto en 2024 dan una muestra clara de que la corrupción es un problema de primer orden que, aunque tiene muy difícil solución, necesita una mirada valiente, una acción clara y una operación de revisionismo tecnócrata para poner en orden todo el flujo del dinero.
Ojalá el nuevo año 2025 nos traiga algo de luz.
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