Del pato a la esponja: un mundo de fantasía
Escrito por Kilian Cruz Dunne
{xtypo_dropcap}A{/xtypo_dropcap}hora que Bob Esponja inunda las tiendas y la memoria de los pequeños, es bueno recordar a uno de sus más singulares precedentes, el Pato Donald, que ya tiene 75 años.
Creado en 1934 a la sombra del ilustre Mickey Mouse, los comienzos de este pato cascarrabias no fueron nada fáciles debido a las características de este emblemático personaje eran tan complicados que desanimaban a muchos de los dibujantes del estudio Disney.
Sólo la constancia del fundador del estudio, Walt Elias Disney, permitió que no se abandonara el proyecto y gracias al temperamental artista se logró completar el diseño de este pato de hablar ininteligible y los de su entorno cada vez más complejo.
Donald, Mickey, Pluto u demás familia de la factoría pertenecían al campo del cortometraje, idóneo campo de experimentación para los dibujantes que, más tarde, plasmarían sus hallazgos netamente ‘disneysianos en películas como Blancanieves y los siete enanitos (1934), Pinocho o Fantasía, ambas de 1940.
Entre los avances conseguidos por la casa Disney con los cortos del pato Donald se encuentran la perfecta sincronización entre sonidos e imágenes, además del uso del sonido como elemento dramático y, sobre todo, el uso expresionista del color en el desarrollo de la historia. No olvidemos que estamos en los albores del cine sonoro, 1930-1940, y que, en esta década, imperaba el uso de la monocromía en blanco y negro.
El año en que se creó el pato Donald, 1934, es el ecuador de una época esplendorosa para el estudio Disney (1928-1940), puesto que además de las innovaciones técnicas, los oscar y la creación de nuevos personajes estaban a la orden del día.
El delirio vanguardista se entremezclaba con la funcionalidad que imponía el creciente mercado consumista, una simbiosis que era el apéndice del creador absoluto del mundo fantástico, Walt Disney (1901-1966). Éste era un preboste temperamental, despótico, delator en la caza de brujas de la era McCarthy, a la par que un esteta intuitivo, un innovador que se jugaba todo lo que tenía en increíbles experimentos cinematográficos.
A pesar de crecer a la sombra del ratón Mickey, el personaje relleno, redondeado y bajo, fue creciendo en complejidad con el paso de los años hasta llegar a superar a su antecesor en muchos aspectos: el trazo es más moderno y atractivo que aquél, y la familia que ha crecido en su entorno es más representativa de la sociedad de la época: el tío Gilito, los sobrinitos Jaimito, Juanito y Jorgito o sus sempiternos enemigos, los atracadores.
Las historias en las que se involucra el personaje Donald son muy sencillas, limpias, cercanas a la fábula y con una tremenda carga moral en sus conclusiones. Los cortos tienen el mismo contenido que los largometrajes: si bien en sus comienzos poseían mayor trascendencia social con ataques a la política anti-Depresión de la década de los años treinta o los contenidos propagandísticos de la vida militar durante la II Guerrra Mundial, luego devienen en cuentos populares donde se trata de inculcar valores básicos a la infancia (amistad, lealtad, familia) que no difieren en demasía de los contenidos del ahora popular Bob Esponja.
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