Creer o no creer: ésa es la cuestión
- Opinión / Tribuna libre
David Laguillo
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Por Manuel Haro Alcalde
{xtypo_dropcap}S{/xtypo_dropcap}erá por cuestión de calendario, pero a uno cada vez le cuesta más creer en algunas cosas. O tal vez, en muchas, en demasiadas.
Los temas darían para varias «tribunas», pero el resultado final sería el mismo y aunque ésta vez se me antoje un tanto heterogéneo, intentaré no desentonar entre un asunto y otro.
Empezaría por el final, la excarcelación del asesino y secuestrador que, tas recibir el tercer grado, aporta a los medios de comunicación «material» suficiente para llenar páginas, imágenes y audios para general regocijo de redacciones que choca frontalmente con el monumental cabreo de las víctimas del terrorismo. Una decisión tras otra que, como colofón, no hace más que crear dudas ó, como en mí caso, creer menos ó nada en el comportamiento de nuestros dirigentes.
Otro asunto se refiere a los actos independentistas. La verdad es que, después de convivir en tierras catalanas durante mucho tiempo y conocer a sus gentes, no supone secreto alguno saber de su sentimiento; de un catalanismo que, ni con mucho, es el que nos quieren meter «a calzador».
Es verdad. El independentismo siempre flotó en el ambiente, pero no en la medida suficiente como para llegar a cotas suficientes como para prosperar un referéndum que les permita aislarse no sólo del resto de España, sino de Europa. Quiero pensar que se trata de uno de los múltiples chantajes al gobierno de turno para recibir más dinero. Es lo suyo. Pero de ahí a querer integrarse como país libre en Europa, media un abismo. Sobre todo, después de ver que no se conforman con quemar banderas españolas, algo habitual en cada una de sus violentas algarabías, sino que en ésta ocasión, lo hicieron con una europea. Excelente carta de presentación para ser recibidos como uno más.
Lo que no puede ser, además es imposible. Y ellos deben saberlo, porque habrán hecho números. Los hacen para todo y el resultado final les pondrá en la tesitura de un aislamiento que, a buen seguro, habrán medido. No creo, pues, en la independencia de Cataluña ni de otra región española.
Tampoco creo en «Eurovegas». Puede que vaya contra corriente, a juzgar por las optimistas apariciones de la Presidenta de Madrid, con más deseo que convicción. Y es que 200.000 puestos de trabajo é inversiones multimillonarias, no le hace ascos a nadie. Y menos, en éstos tiempos.
Sin embargo, la polémica está sirviendo para que se caigan muchas caretas. Gente que clama por puestos de trabajo, se agrupan en plataformas en contra del «invento». No sé si será por el «no» a todo o porque Madrid está gobernado por el PP, que no me parece en absoluto descartable. Los argumentos no dejan de ser llamativos, en muchos casos. Uno de ellos, del propio Rouco Varela, que hace alusión al «vicio y la corrupción» de los jóvenes. ¡Como si los jóvenes (ni los mayores) no tuvieran elementos suficientes para caer en otras «garras» en las noches madrileñas… y de cualquier punto del país!.
Pues no. No lo veo. Nadie se puede hacer la idea de lo que me encantaría publicar una «tribuna» de rectificación. Tendría que envainármela, pero lo haría con gusto si se convierte en realidad todo eso de las inversiones y los puestos de trabajo. Mí «jefe» David me daría la patada por agorero, pero lo asumo. Tal vez porque estemos ante un «Bienvenido, Mr. Marshall».
Son muchas más las cosas en las que me cuesta creer. Y muchas también, en las que ya no creo. Veo que promesas, opciones de mejoras, recuperación de recursos, pagando siempre los mismos… ¿para qué nos está sirviendo todo esto?. Esperemos que el margen de cuatro años de confianza, se cierre con la satisfacción del deber cumplido. Mientras tanto, se demuestra, una vez más, que las mayorías absolutas no resuelven mucho. Y lo dejo con una duda en el aire: ¿por incapacidad o por miedo?.
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