Caso Marta (II): ¿Podría ser peor?
Por Manuel Haro Alcalde
{xtypo_dropcap}D{/xtypo_dropcap}adas las circunstancias, parece que el caso Marta del Castillo, no tiene fin. La tristemente famosa sentencia de 20 años para su asesino, sigue dando que hablar. Sobre todo, porque ante la intención de su familia de presentar recurso, la respuesta de los abogados del tal Carcaño (¡si es que dan náuseas pronunciar su nombre!), contraatacan con lo mismo, es decir; quieren rebajar la pena.
Para ello sería necesario que el delito de asesinato se convirtiera en homicidio que, de prosperar, se quedaría en 3 años de cárcel. Es decir, en cuatro días, en la calle, donde ya se encuentran los cómplices, merced al asesoramiento de los habilidosos letrados que, con su pericia, han cerrado la boca de esta jarcia, impidiendo así que «cantaran» sobre el paradero de la niña.
No sé. No quiero ni pensarlo. Sería tan sorprendente como el actual estado de nuestra Justicia, del que estamos cansados, hartos de oír que hay que cambiarla. ¿A qué estamos esperando? Cámbiese ya, por Dios, antes de que nuestra imagen exterior se manche más de lo que está.
Y podría ser peor, porque en el camino estamos a la expectativa sobre otro asunto que lleva el mismo rumbo o parecido. Los dos niños cordobeses, Ruth y José, continúan desaparecidos, por más intentos de hacer que su padre, teórico responsable, dé alguna pista. Mucho rastreo, investigaciones, reconstrucciones… nada.
A todo ello, hay que añadir el gasto que está ocasionando tanto uno, como otro procesos. Los asesinos de Marta se han mofado hasta el cachondeo más indecente, citando lugares que resultaron infructuosos. En la sentencia ¿se contempla que deben cargarse los gastos o también les va a salir gratis? ¿Y con los niños cordobeses? ¿Cómo es posible que se permita tanto despilfarro para nada?
Son muchas las cosas que hay que cambiar. Hace días escuchábamos/leíamos que la formación del nuevo Consejo General del Poder Judicial, formado por 20 miembros, sería a cargo de 12 de ellos por los propios magistrados y 8, por el Congreso.
Al parecer, con el fin de que no haya «inclinaciones» partidistas o intereses políticos. ¿Cómo que «intereses», «inclinaciones»? ¿Cómo podemos explicar esas diferencias entre jueces progresistas o conservadores? Los jueces tienen que ser honrados, honestos. Imparciales e independientes. Y, como la mujer del César, deben parecerlo, además de serlo. Y en esto de la Justicia, más.
Muchas cosas hay que cambiar. Y en este campo tan complicado como determinante, con más cautela y sin detenimiento. Ya saben, aquello de «sin prisa, pero sin pausa». Aunque tal y como vamos, lo de la prisa debería ser prioritario.
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