Cantabria destruye empleo a velocidad alarmante, y el poco empleo que se vuelve a crear es de pésima calidad, y temporal. No vale utilizar el cuento de la «herencia recibida» y culpar a los gobernantes anteriores, porque todos han usado la misma táctica y la situación actual no se ha fraguado en una sola legislatura.
Cantabria no ha renovado sus estructuras productivas, no ha retenido a sus jóvenes con talento, no ha fomentado su presencia hacia el exterior, y no se ha beneficiado de la intensa actividad mediática de Miguel Ángel Revilla, que preside otra vez Cantabria sin haber ganado ni una sola vez las elecciones. La constante presencia de Revilla en los medios de comunicación nacionales no ha servido para revitalizar a Cantabria más allá de lo anecdótico, aunque sí entendemos que ha servido para vender más libros del ahora presidente. Si esa promoción hubiera sido efectiva, Cantabria estaría ahora mismo recibiendo nuevas empresas e inversiones, pero, al contrario, Cantabria se está desmantelando.
La región necesita una profunda reforma de las mentes de sus habitantes, de las formas de hacer las cosas, de los axiomas bajo los que día tras día nos movemos. En caso contrario, si todo sigue igual será imposible detener el declive, cuesta abajo y sin frenos, de Cantabria. Y nuestros jóvenes con talento seguirán marchándose fuera, a buscarse la vida.
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