Atacar al peón
- Editorial
David Laguillo
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Por David Laguillo, director de Cantabria Diario www.cantabriadiario.com y EsTorrelavega www.estorrelavega.com
{xtypo_dropcap}L{/xtypo_dropcap}a situación actual, que hierve como una olla a presión, podría derivar en algaradas graves en cualquier momento. Esto es así, es un hecho de difícil contestación, aunque nos resulte terrible y preocupante.
Hay algunos ejemplos recientes de ciudadanos que desatan su ira hacia representantes o símbolos de empresas o instituciones. Por fortuna, las actuaciones violentas son pocas y esperamos que nunca lleguen a más.
{xtypo_quote_left}La crisis ha creado un tablero de ajedrez en el que los peones -también los policías son peones- se enfrentan con los peones{/xtypo_quote_left}
Sin embargo, hay que tener en cuenta un factor determinante: la sociedad indignada (ciudadanos indignados a título individual o colectivo) no puede atacar al peón, a quien por desgracia toman como ‘cabeza de turco’ de una entidad anónima, cuya cabeza desconocen, o donde no pueden acceder, sea esa cabeza pública o privada. En realidad todos somos peones, unos pocos son torres o caballos, otros pocos son alfiles, y tan solo muy pocos son reyes o reinas.
La crisis ha creado un tablero de ajedrez en el que los peones -también los policías son peones- se enfrentan con los peones. Nadie consigue llegar hasta los verdaderos dueños del juego.
Usted, por ejemplo, por aquel tema de las participaciones preferentes, puede odiar con toda su alma a Caja Cantabria, al Banco Santander, o a La Caixa, pero le podemos asegurar que el chaval que está sentado en una mesa o detrás de una ventanilla del banco -algunos fueron semi-cómplices, es cierto- en realidad no es más que un peón -otro peón, igual que usted- y usted no conseguirá destruir al banco desplegando su ira contra él.
La violencia es injustificable, en todas sus formas. Pero atacar a un peón, que es un pobre trabajador más, una pieza más del pérfido sistema en el que vivimos, es además de injustificable inútil, y crea una espiral de odio que puede contaminar todavía mucho más un ambiente que ya está demasiado viciado.
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